Desempleada, solterísima y con los salarios producto de recitar "Thank you for calling Bodog wagering, my name is Andrea, may I have your account number, please?" un promedio de 6048 veces, este es el relato de una mujer de 30 años, quien un buen día decidió iniciar un periodo dadaísta en su vida y subirse a un caballito de madera solo para balancearse un rato sin llegar a ninguna parte, bajo la filosofía de Charlie García: "La vida es disfrutar el paso del tiempo".

martes, 31 de mayo de 2011

Hockey, cerveza y 19 cigarros

Lo he descrito desde la misma génesis de este blog: NO HAY MEJOR MOMENTO que el surrealista. Ese en que me doy cuenta de que, si hace un año me hubiesen dicho que estaría en tal lugar, en tal circunstancia, con tales personas hubiera dicho: ¡NI PICHA MAE! Díganme si esa no es la magia de estar vivo: ir por la vida pasando páginas, sin saber qué va a suceder, porque en el libro ni siquiera viene en la contraportada de qué se trata...
Y así sucede en Eslovaquia: ¿en qué momento de mi vida terminé en el Mundial de Hockey, con un grupo de fanáticos, bebiendo cerveza en cantidades industriales por las calles de Kosice????
Rebobinemos a las circunstancias que me empujaron a tan inesperado suceso: la historia se remonta al año pasado, cuando recién tenía abierta mi cuenta de couchsurfing y me contactó Tomas, un eslovaco gurú de la mochileada, quien pasaba en San José apenas una noche en su camino desde Suramérica hasta México. Si la gente dice que yo viajo mucho, DEBEN conocer a este mae: 77 países han tenido la suerte de conocerlo a él y a Lilo (la homóloga eslovaca de la Cow, quien comparte una historia similar de abandono y redención). 
La Cow con su homóloga eslovaca: la experimentadísima Lilo

Yo en mi vida había conocido a un eslovaco, de modo que me pareció interesante, así que me quedé de ver con él para tomarnos una cerveza, en compañía de su host, otro tico, de cuyo nombre no quiero acordarme, porque se comportó infantilmente como un legítimo primate: en un arranque de ira nacionalista, con el virolís herido, como les sucede a tantos de mis compatriotas que creen vivir en el Edén y que no ven más allá de sus narices, se subió a un taxi y nos dejó botados a las dos de la mañana en el bar, con todas las pertenencias de Tomas en su apartamento. Por supuesto que no iba a dejar a esta pobre alma sola, así que me lo terminé llevando para mi casa hasta que lo subí a un bus con rumbo a Nicaragua. El resto es historia.
Con Tomas, quien bien podría ser mi hombre ideal (mochilero, simpático, bien vestido, open minded y guapísimo) me quedo de ver en Budapest para seguir juntos hasta Eslovaquia. En un viaje de 100 días justos, se ha recorrido media Asia, pasando por países tan complicados para viajar como Kazajstán y Mongolia, de modo que regresa con su barba de más de tres meses, una mochila cargada de licores de distintas nacionalidades y mil historias qué contar que pesan aun más que su pesadísimo equipaje.
Nuestra primera parada será Kosice, donde casualmente se celebra el Mundial de hockey. Su hermano y su familia nos esperan en esta ciudad, la segunda más importante de Eslovaquia después de Bratislava, para asistir al partido Suiza-Canadá. Yo EN MI VIDA he ido a un partido de hockey, dada la escasez de nieve en mi cálida tierra natal, y solo he patinado sobre hielo dos veces en mi vida, con un éxito bastante vergonzoso. Por lo tanto, NO TENGO NI LA MÁS PUTA IDEA  de cómo irá a ser esta experiencia, lo cual me emociona, porque me suena muuuuy random y muuuuuy dadaísta. En casa de Kami, en Budapest, he coincidido con otro couchsurfer, Jon, un estadounidense de Maine quien está de vacaciones de su trabajo de 2 AÑOS en Burkina Faso con los Peace Corps (¡maaaaae!!!!! mis respetos, yo mis 6 meses en Mozambique casi ni los aguanto) y me dice que tengo MUCHÍSIMA SUERTE de ir al Mundial de Hockey. Claro, mi año de tortura en Bodog poniendo apuestas para financiar el viaje dadaísta me ha dado una idea de lo importante que puede ser este deporte en Estados Unidos, pero yo no sé ni qué es lo que voy a ir a ver... Sólo sé que voy y ya está.
La familia de Tomas, tal y como es él, resulta ser un pan dulce TOTAL, de verdad que muy, pero muy pocas veces me he sentido TAN BIEN RECIBIDA en un lugar, creo que DE VERDAD NO TENGO PALABRAS PARA EXPRESARLO, conmigo se ganaron el cielo, los adoré ya de entrada. Es INCRÍBLE como uno puede llegar a sentirse parte de una familia de un sitio que jamás ha visitado, en un país que para mí hasta hace poco era totalmente extraño como lo es Eslovaquia, pero rapidito me siento como si los conociera de toda la vida.
Con Tomas y parte de su familia en Kosice

Claro: hay una diferencia cultural interesante. Si no hubiese conocido de antemano a Tomas en Costa Rica, hubiera pensado que se trata de la alegría de su familia por verlo de nuevo después de tanto tiempo, o de la fiebre del hockey que hace que casi se derrita el hielo. Pero no, he venido a Eslovaquia con conocimiento de causa: aquí beben un legítimo y verdadero PICHAZO. Para todo se toman un shot digestivo, incluso antes de desayunar, y ya después, la cerveza viene en unas jarras gigantescas, prácticamente barriles portátiles que llenan una y otra vez por precios incluso más baratos que los de Costa Rica. Los ticos, que rajan a morir de que son grandes bebedores, encontrarían este sitio paradisiaco, pero yo, lamentablemente, no soy una digna representante del consumo etílico criollo, y pronto me doy cuenta de que debo ir bajar a segunda, y si se puede, a primera, porque corro peligro de terminar vomitando sobre el límpido hielo de la pista de hockey.
En esa corriente de lúpulo y alcohol destilado, enrumbamos primero al centro de la ciudad para entrar en calor. Como al lugar que fueres, haz lo que vieres, yo ya me integré al evento de lleno y llevo una camiseta GIGANTESCA de hockey de Eslovaquia que me hace ver aun más bajita entre todos estos gigantes eslovacos. Sin embargo, aunque la mona se vista de seda, mona se queda, o en este caso, aunque la tica de Eslovaquia se vea, tica se queda. Es más que evidente que nadie, ni siquiera yo misma, sé qué PUTAS estoy haciendo aquí. No son muchos los fans de hockey ticos que han venido al mundial, tal parece, y pronto me doy cuenta de que, junto con el lobo vestido con uniforme azul, blanco y rojo, yo estoy con un curriculum bastante competitivo para convertirme en la mascota del evento. Si en la proyección de Torrente 4 en España yo era la silla entre las mesas, aquí soy el trol con melcochas en lugar de cabello y tres ojos en lugar de orejas, porque de viaje se ve que no calzo para nada. Aparezco en las fotos de todos y ¡hasta me entrevistan en la radio! Cuál es mi jugador favorito, me preguntan... ?????? Mi única experiencia con el hockey es la que me dio el Nintendo y mi trabajo poniendo apuestas. Cinco maes por equipo patinando detrás de un disco de caucho. Es todo. Pero ahí estoy, más que por el fanatismo, más que por curiosidad, más que incluso el mismo instinto dadaísta, por la amistad de Tomas.
Yo siendo entrevistada por la radio de Kosice!

Luego de cargar turbinas etílicamente, enrumbo junto con ocho hombres eslovacos (Tomas, sus hermanos, su sobrino y sus amigos) hacia el estadio para presenciar el partido Suiza-Canadá. Decido darle mi ignorante apoyo a Suiza por ser el equipo más débil y porque algunos fanáticos andan disfrazados de vaca, lo cual me genera cierta empatía por la Cow. Entre cerveza y cerveza  en los medios tiempos (se bebe como cosaco, o más bien debo decir, a partir de esta experiencia "como eslovaco") comienzo a agarrarle el toque al juego. Claro tengo que estar preguntándoles cada 10 segundos qué ocurre, porque este es un deporte INCREÍBLEMENTE RÁPIDO, el puck se pierde con una facilidad asombrosa ante mis ojos, casi tan veloz como se me va siempre el amor... Lo cual reviste al partido de la adrenalina del caso, si tomamos en cuenta los pichazos descomunales que se dan los maes, por supuesto.
Tomas y yo en el partido Canadá-Suiza. Al fondo, su hermano Steve, una dulzura!

Al final, como los milagros no existen, gana Canadá. A mí me da igual, lo único que tengo claro es que lo estoy pasando de puta madre, así que enrumbamos a la plaza principal de Kosice pues el equipo eslovaco jugará en Bratislava y ahí se podrá ver el partido en pantalla gigante. El ambiente es INCREÍBLE. Hace un frío digno de Europa del Este, pero ese no parece ser un problema: entre el calorcito de la gente apiñada y la cerveza se pasa bien. Al menos yo ya me he involucrado tanto con el campeonato, que no solo llevo la camiseta once tallas más grande que la mía, si no un casco de hockey de cartón en la cabeza.
Encierre en un círculo a la tica...

Y todo es tan diferente, pero a la vez me siento taaan cómoda... La gente es blanca y alta, los hombres patinan hacia la portería detrás de un puck en lugar de correr por el césped detrás de una bola, hace un frío nada primaveral, y los cigarros vienen en caja de 19 y no de 20... Pero yo es como si estuviera en casa. Y así será en los días siguientes: instalada en el tercer piso del pequeño castillo de la casa de Tomas, descansaré por unos días alternando entre cerveza, hockey, amigos y familia, hasta que sea el momento de tomar un carro con un polaco y enrumbar hacia Cracovia, mi siguiente parada...
Gracias Tomas por enseñarme el hockey... y prestarme a tu familia, tu casa y tus amigos cuando lo necesitaba... :) Go Slovakia!

martes, 17 de mayo de 2011

Budapest (lo malo)

Escribo esto en un tren ATESTADO de gente en mi camino desde Cracovia a Varsovia. He estado esperando dos horas y media en la estación en el andén equivocado y me he dado cuenta seis minutos antes de que saliera el tren, lo cual ha implicado salir corriendo con la mochila a cuestas, bajar gradas, tropezar con gente, subir gradas y así llegar para encontarme con un tren casi que estilo indio, llenísimo de personas que con TOTAL Y ABSOLUTA seguridad han llegado a la estación mucho después que yo, pero claro, como entienden polaco, han conseguido sitio primero y viajan cómodamente sentados frente a mis ojos, mientras yo los observo con chicha e impotencia lingüística, sentada desde el pasillo...
Así que qué mejor humor para escribir mis quejas contra Budapest (aunque esto sea Polonia y no Hungría, y he de decir que los polacos se han portado mucho mejor que los húngaros hasta el momento).
En fin, como mencionaba en la pasada entrada, Budapest es una ciudad fantástica. Hermosa. Interesante. Al final, me paso una semana entera ahí y no me canso de recorrerla, mientras espero para encontrarme con Thomas, mi amigo eslovaco, quien viene desde Bulgaria, su penúltima parada desde que empezó su viaje por Asia hace ya casi 100 días.
Todas las ciudades que he vistado hasta el momento (incluyendo la carísima Zurich) me han parecido amigables para el turista, organizadas, seguras y ordenadas. Y Budapest tiene mucho de eso. PERO....
1. Yo no me dejo llevar por las primeras impresiones y definitivamente no creo que son las que cuentan, pero en este caso... Hace ya muchos años, me acuerdo de una campaña del Instituto de Turismo en Costa Rica: "Seamos pura vida con el turista". Y yo creo que surtió efecto. Es cierto que no todos los costarricenses somos billetes de 100 euros para caerle bien a todo el mundo, pero creo que en términos generales nos comportamos de forma bastante decente con los turistas, especialmente si tomamos en cuenta que son nuestra principal fuente de ingresos.
Y creo que una campañita de estas no les caería nada mal a los húngaros. A ver: llego a Budapest a la estación internacional de buses, procedente desde Viena, un viaje que no es precisamente corto, son las 10 de la noche y aparte de que nadie habla inglés (ese es el siguiente punto, así que aguántenme ahí) cuando intento comunicarme me reciben con una cara de orto que no veas... La del kiosko de cigarros me hace una seña negativa cuando le pregunto si aún está abierto el puesto, como si yo le oliera a mierda. La de los boletos de metro exactamente lo mismo. De hecho, las dos hacen un gesto que me sacará de quicio a lo largo de mi visita en Budapest: extienden los brazos, viran la boca hacia un lado y entrecierran los ojos en clara señal de "ya te jodiste, salada, no es mi problema". ¡Ugggggghhhh...#@*%#&# ! ¿Que no tienen un mínimo sentido de calor humano para ver que soy extranjera, que ando cargando una mochila más pesada que sus consciencias, que son las 10 de la noche y no sé ni dónde putas estoy, que estoy agotada, que no hablo el idioma? Mínimo, hagan el esfuerzo de comunicarse por señas... ¿O es demasiado pedir? Ah, pero es que no les da el maní... De feria tienen  su propia moneda, de modo que los euros ni los aceptan, solo su bendito florín, que perdón, pero no es mejor que el euro se mire por donde se mire, y en un lugar que, por ser de tránsito internacional constante como lo es una estación de bus, deberían al menos manejar una dualidad de moneda... Claro, a estas horas, tengo que ponerme a buscar un sitio donde me cambien dinero para coger el pinche metro, que a todo esto, perdón, pero es que hasta los trenes de Costa Rica, que son reliquias de los 50 o los heredamos de España cuando a ellos ya no les sirven, son mejores. Solo un alma caritativa, un revisor, el ÚNICO simpático que conoceré en mi estancia, me dice en un inglés bastante básico pero comprensible dónde puedo ir a cambiar dinero... Por dicha me encuentro con un cajero automático primero, porque si no, esto hubiera sido una peregrinación sin fin, como la de las botas de Stanlin o la de Fohrburgstrasse.
Esperando el metro en Budapest

PARÉNTESIS: acaba de pasar la mujer que revisa los boletos de tren acá en Polonia, una vieja amargada con cara de me-acaban-de-pellizcar-las-tetas-soy-frígida-y-odio-mi-trabajo. Me ve sentada en el piso del tren (porque no hay sitio, como he mencionado anteriormente y un viaje de casi 300 kilómetros de pie, bueno, ni que esto fuera vagón de carga con rumbo a Auschwitz) y la cascaruda me dice en polaco que me levante... Y no para que ella pase, tal parece, si no porque no está permitido viajar sentado en los pasillos... Ah, querida, más bien te sacaste el boleto vos ... Le respondo en español que, primero que todo, la última vez que me he visto en el espejo no noté que yo tuviera ni la más remota pinta de polaca y que, por ende, ni sé que me está diciendo, y que simple y sencillamente NO ME DA LA GANA  viajar de pie porque, aunque el tren es muy barato, no es mi culpa que vendan más boletos de la cuenta y que no haya sitio. Y de verdad que no me levanto, y no me levanto, y no me levanto... Y al final, me termina pasando por encima... Una lástima que no se haya tropezado... El del carrito con el café fue mucho más amable, incluso me aconsejó un lugar donde poner la mochila... Primera mala impresión de los polacos, que como he dicho, son mucho más simpáticos que los húngaros. FIN DEL PARÉNTESIS.
2. Cuando he viajado en Europa del oeste, y le pregunto a alguien que si habla inglés, responden casi siempre: "A little". Ese "a little" significa que el interlocutor en cuestión lo habla mejor que uno, que solo le falta sacar el TOEFL y recitar trabalenguas. Pero aquí, en Budapest, "a little" siginifica "sé decir hello, good morning and fuck". O sea, LITERALMENTE " A LITTLE"!!!!! Mae, ¿que no se dan cuenta de que el húngaro es un idioma extraño, que nadie sabe de dónde carajos salió? Y no es que esté insultando su lengua, de hecho, me parece muy bonito como suena, aunque sean esas retahílas incomprensibles para mí y considero que, al ser único, sin ninguna conexión con el alemán o los idiomas eslavos que rodean Hungría, debe ser preservado y hablado con mucho orgullo. Pero HAY QUE SER CONSCIENTE Y PRAGMÁTICO. CASI NADIE, fuera de las fronteras húngaras, sabe este idioma. Solo mis primas, que en un arranque de aburrimiento y ocio veraniego, se inscribieron en un curso de verano hace como 20 años, y estoy 100% SEGURA de que no se saben pero ni las malas palabras, que es de lo primero que uno aprende junto con buenos días, gracias y salud. Y es que no se puede ni siquiera recordar cómo decir estas frases básicas. Es DEMASIADO DIFERENTE, no hay regla memotécnica que valga, las palabras son kilométricas, sin relación con ninguna otra lengua; junto con el vasco y el finés, ni los mismos lingüistas se explican de dónde salió el húngaro. Así y todo, esta gente se resiste a aprender inglés. Y claro, no es obligación de nadie saber inglés. Pero yo, que vengo de un país altamente turístico, no pretendo que todo el mundo sepa español tampoco y eso que es un idioma hablado en muchos países, con conexiones con el francés, el portugués, el italiano y el rumano. Y sin embargo, ENTIENDO que, nos guste o no, el inglés es el idioma de comunicación por excelencia en este mundo globalizado. Diay, yo hubiera escogido esperanto, que me parece mucho más fácil de aprender y más equitativo, porque tiene aportes de todas las lenguas más habladas, pero bueno, este no es un mundo perfecto...Así que NO ME CABE EN LA CABEZA que sean tan cerrados como para quedarse solo hablando húngaro por el resto de sus días y menos, pero mucho menos, que la gente que trabaja directamente con el turismo no sepa a veces ni caca de inglés.
¿Se permiten perros? ¿Publicidad para perros salchicha? ¿Guau guau? ¡NO SE ENTIENDE NI MIERDA!

Tomemos, por ejemplo, el puesto de información turística en el mercado central. Uno de los sitios más visitados por los turistas, con un segundo piso plagado de souvenirs, recomendado en toda guía, con comida típica para deleitar el paladar húngaramente. Me acerco a pedirle información MUY SIMPLE a la chica del puesto. ES ALGO MUY, MUY SIMPLE: Until what time do you have public transportation in the city? ¿Le estoy pidiendo que recite el To be or not to be de Hamlet en inglés antiguo? NO. Pero la mae NO ME ENTIENDE. No habla NADA de inglés. Pero es que nada. ABSOLUTAMENTE NADA. Le pregunto en francés. Respuesta: ... Le pregunto en alemán. Respuesta:.... En italiano: .... En español: ... MUCHACHA, CÓMO PUTAS, EN ESTE MUNDO GLOBALIZADO, CONSIGUIÓ USTED ESTE EMPLEO? ¿En qué cabeza cabe darle trabajo a una mujer que únicamente habla húngaro en uno de los lugares más turisticos de todo Budapest, justo en el puesto de información? Tengo algunas sugerencias no muy halagadoras de cómo se pudo haber dado semejante fenómeno, pero me las reservo...
E igual sucede en puestos donde, en una ciudad tan turística, al menos se deberían de saber palabras básicas. Estaciones de tren. Tiendas de souvenirs. Restaurantes. Casa de cambio. Prácticamente solo en los McDonalds encuentro gente capaz de articular un inglés básico (no wonder why...). Bueno, ¿que no se dan cuenta de que la cortina de hierro cayó hace ya unos 20 años?
3. Puede que en cuestiones idiomáticas no se hayan dado cuenta de que el muro de Berlín ahora está repartido en fragmentos en distintos países como curiosidad histórica, pero en lo demás se han incorporado al capitalismo de lleno. TODO LO COBRAN Y TODO ES CARÍSIMO. Te viven vendiendo chunches de las épocas del comunismo que, obviamente, resultan ser interesantísimos para los turistas que han vivido del otro lado y que cuestan, muchas veces, un ojo del bolsillo. Pasaportes antiguos soviéticos... Libros marxistas... Boinas y quepis y gorras militares con la famosa hoz... Y lo inaudito: ¡máscaras antigás de la época! Elizabeth, la chica de Perú que he conocido por casualidad, compra una para un amigo y yo intento ponérmela... Lo cual me demuestra que, en caso de un ataque tóxico, sería la primera en morirme: como 10 minutos descifrando la mecánica del artefacto... Y aun así, creo que no me la puse bien, porque hubo partes que me sobraron (¿?). 
Yo con una máscara antigás.. Peace and love!
 
Obviamente, te cobran para ir al baño (si en Liechstentein lo hacen, ¿por qué no nosotros?). Y hasta para tomar fotos: la entrada a la ópera carísima y de feria, cobran como 3 ó 4 dólares por ponerte un brazalete que te permita fotografiar... O sea, que no se trata de que los tapices se puedan eventualmente arruinar con el flash o a saber qué argumentos para no dejar tomar fotos, sino que todo se trata de dinero, siempre de dinero... WTF????? En venganza, aprovecho la multitudinaria visita, me meto a la tienda de la ópera y me robo postales que equivalgan un poco a la cantidad invertida en que me dejen tomar unas pinches fotos... Mea culpa, mea culpa.
La verdad es que te cansa que te estén cobrando todo, todo el tiempo y de feria, carísimo. Uno como turista sabe que le sacan el dinero, que para eso está uno ahí, dejémonos de varas que con la plata baila el perro eso lo sabe cualquiera, pero hay un momento en que la vara se vuelve casi que insultante. Es en Budapest donde gasto más dinero. Ni siquiera en Zurich. Prácticamente todos los días tengo que ir a cambiar dinero porque se me acaba en dos patadas y yo, de verdad, no soy una persona gastona, si fuera lo contrario, JAMÁS podría permitirme viajar tanto... He dicho.
4. Este es un incidente aislado, claramente, porque por muy cobrones que sean los húungaros, tampoco son ladrones descarados, así que hago la aclaración de que esto fue solo cosa de mala suerte y de una desafortunada vez. Estoy en el mercado central y para variar, me acerco al puesto de cambio una vez más, porque estoy sin dinero. Un hombre me observa y me dice que él me lo cambia a mejor precio. OBVIAMENTE no soy tan estúpida como para cambiar dinero en la calle, pero me da curiosidad ver cuán lejos llega, así que me aparto de la fila para ver con qué me sale. Igual, hay mucha gente a mi alrededor, así que si la cosa se pone peluda, basta con ponerme a pegar gritos. Me dice que por $10 me da cinco mil florines... ¿Y saben qué me saca el descarado? Un billete de  cinco mil CRUZEIROS BRASILEÑOS, una moneda que se dejó de usar en Brasil HACE AÑOS, desde 1986 para ser exactos, y a saber por qué putas la tiene... Bueno, ¿usted cree que yo nací ayer y que me chupo el dedo? Le digo, indignadísima, qué para qué PUTAS quiero yo dinero brasileño del año del cuerno... It's not Brazilian money me dice esta rata de alcantarilla, poniendo su pulgar sobre las letras que dicen Banco do Brasil... Mae, vea, si me quiere estafar, puede intentarlo, porque yo tampoco rompo records en coeficiente intelectual, pero al menos tómese su tiempo para ensayar algo mejorcito, más decente, que lo haga quedar a usted como a alguien de mediana inteligencia... Ni para qué. ¡Lo salgo cagando al tipo! Cuando le cuento a Kami, me pide disculpas, que él ciertamente no tiene por qué pedir. Y me pregunta: "¿que no era gitano?". Mae qué dificil es no poner prejuicios sobre ciertos grupos... Yo también tengo que aprender...
5. Entiendo plenamente que Hungría es un país que ha sufrido mucho. Una visita a la Casa del Terror  me hace entender por qué (habrá entrada aparte sobre esto, porque realmente, junto con el museo del Apartheid en Johannesburgo, y el de la Fábrica de Schindler en Cracovia, es uno de los MEJORES que he tenido la suerte de visitar). Comprendo que tuvieron ocupación nazi, soviética, que fueron anexados y desanexados al imperio austriaco, que han vivido guerras cuyas cicatrices aun no cierran y que por eso, son cerrados, poco simpáticos y medio dolorcito. Pero igual, sirve para entenderlo, pero creo que no se justifica. Los nicaragüenses son de las personas más dulces y amables que he conocido, y les ha pasado de todo: huracanes, inundaciones, terremotos, maremotos, viven en una pobreza que casi no cuenta con paragón en toda América Latina y han pasado por guerras y guerras, una relativamente reciente y de las más sangrientas, por cierto, donde pelearon niños, mujeres y hombres por igual... Y NO SON AMARGADOS. ¿Y qué hay de África? Ahí la gente se muere de hambre todos los días, caminan hasta ocho horas para encontrar agua, son el continente más olvidado, han tenido guerras de todas las clases, se mueren de SIDA, nadie les da bola... Y NO SON AMARGADOS, son los primeros en ofrecerte su humilde casa y partir el mísero pedazo de pan que les tocó ese día con uno...
Y sé que no hay que generalizar, que comentarios como estos son los que despiertan masacres y holocaustos, pero es que de veras, esa es la idiosincracia que siento al menos de los húngaros en Budapest, con algunas excepciones, como el Kami, mi couchsurfer, y algunos otros que tengo la oportunidad de conocer en una cena.
Y es una verdadera pena... Budapest es una ciudad hermosa, muy interesante, de las mejores que he conocido... Pero así, es que de verdad que no me dan ganas de volver... :(.                                                                                                                                                                                                             

sábado, 7 de mayo de 2011

Georg

Usualmente, como viajo sola, intento escoger a mis couchsurfers lo más cuidadosamente posible. Aunque estoy intentando abandonar la paranoia de que todo el mundo quiere robarte o violarte, siempre hay que tener cuidado, de manera que invierto mi tiempo leyendo referencias de cada uno de ellos, sus profiles para ver si tenemos algo en común o algo de lo que pueda aprender, y, por supuesto, sus fotografías: así, si algo llega a pasar, por lo menos que el mae sea lindo, para así disfrutarlo mínimo. Ley de seguridad de oro.
De esta manera, me he encontrado con buenas personas a lo largo del camino y he hecho amigos. Imposible olvidar al simpatiquísimo Juanen de Valencia, al guapérrimo y super amable Fernando de Madrid, la hermosa pareja de Daya y Fabian de Zurich, mi lindo amorío con Johannes en Innsbruck, al divertidísimo Manuel de Salzburgo, al austriaco-brasileño Phillipe de Viena... Los couchsurfers son lo mejor, quien sea que inventó este website se merece el Premio Nobel de la Paz.
Sin embargo, entre todos ellos, quien más interesante me ha parecido (y ojo que la competencia es difícil, porque usualmente los couchsurfers son gente que ha viajado muchísimo, muy bien estudiada, bilingües al menos, y muy open minded) ha sido Georg.
De dreds larguísimos (con más de 8 años cultivando esa planta capilar salvaje no podría ser de otra manera) este vienés de nacimiento es, sin lugar a dudas, todo un personaje que llama la atención desde que vas caminando por la calle. De hecho, me dice: cuando estaba en Roma, la gente me tomaba fotos a mí, no sé por qué...
¿No sé por qué? Si es que con esos dreds, su ropa llena de pelo de  gata (Mimi, una felina temperamental que araña al menor gesto, es la responsable) y su hábito de caminar descalzo por la calle cuando hace calor, no podría ser de otra manera.
Georg, the Cow und ich

De hecho, cuando vamos caminando por una de las principales calles de Viena, cerca del Stephan Dom, un gringo, de esos estilo Dude-let´s-have-the-spring-break-in-Austria-man- AWSOME-duhhh lo detiene y le pregunta si vende marihuana... Orgullosamente, como si fuera un trofeo de macho alfa, el gringo mentalidad-fraternidad-universidad-yanqui le enseña una pipa, como un niño chiquito que ha decidido escaparse de la escuela, uy, mae qué despiche que sos... Pero Georg no se sorprende. Al menos le preguntan eso una vez por día, me dice.
Sus historias pueden comenzar con la peculiar frase: "The first time I got arrested..." WTF????? Porque claro, este mae ha sido buena parte de su vida algo así como un edukator, no un asesino en serie ni un asaltante de licorerías, si no un rebelde con causa. Por ejemplo, solía participar en lugares abandonados, tipo okupa, en los que la entrada no era dinero, sino al menos 4 estrellas arrancadas de Mercedes Benz... Y su idea para las próximas vacaciones es ser indigente por una semana para ver qué se siente.
Claro, es que trabaja en un albergue para indigentes, justamente, ayudando a gente con problemas de alcoholismo y drogas fuertes, como heroína. Y ha visto de todo, de forma que tiene mil historias qué contar por las mil y una noches que ha estado de guardia.
Cuando me llega a recoger a la estación de tren, me lleva una flor amarilla, de esas que crecen por todas partes... Hace tanto que un mae no me daba una flor... Lo mejor de todo es que Georg y yo solo seremos amigos, amigos de a de veras, de los mejores, sin complicaciones de sexo, ni affaires, con total y absoluta confianza...
Con él es con quien subo a la azotea de la Hunderwasserhaus en Viena, en medio de la noche, gracias a una llave maestra que posee por otro de sus trabajos de cuidar gente ya anciana a domicilio. Mientras el resto de los turistas se contenta con tomar fotos de la fachada, él me lleva a conocer este edificio del cual me he enamorado perdidamente, con esa arquitectura loca y colorida, sin líneas rectas, como la naturaleza misma. Con él es que voy a a un restaurante paquistaní estilo buffet donde se puede comer todo lo que uno quiera y pagar solo lo que uno quiere. Con él voy a una fiesta debajo de un puente del Danubio. Con él me subo en las sillas voladoras más altas del mundo, de 170 metros, desde donde se puede ver Viena girando alrededor.
Las sillas voladoras más altas del mundo
En ese parque de diversiones, en medio de una zona verde que usaba la realeza para caza, nos encontramos con lo inaudito: un carrusel con caballos de a de veras. Yo jamás he visto algo así. Madre mía, pobres animales: todo el día girando y girando, hasta marearse, porque a todo esto es un carrusel ridículamente enano, con esa musiquita de circo de mierda como soundtrack  de tortura irónicamente cruel, al mejor estilo de La Naranja Mecánica... Si lees en los periódicos que alguien ha liberado estos caballos, ya sabés que fui yo, me dice Georg. Casi podría enamorarme de él, pero ya estoy cansada de enamorarme, de tratar de ser bonita, de estar en ese juego de cortejo, de ligar, de pensar en sexo, en relaciones, en si este será o no mi futuro marido, de pensar en vos y buscar cómo olvidarte perdiéndome en los besos de otros, como si en un bosque de brazos masculinos pudiera yo perderte de vista... Es mejor, mucho mejor, estar solo con un amigo y listo, relajarse, cero poses, cero estrategias, solo ser yo y ya está, dormir tranquila junto a él sabiendo que nada va a ocurrir y no teniendo que revisar si me he depilado o no las piernas...
Invertimos las noches que pasamos juntos en ver películas, casi como un intercambio cultural: él me invita a ver la alemana The Edukators (entrada del blog The Edukators) y yo le muestro la mexicana Amores Perros, que casualmente él tiene en su disco duro y aún no la ha visto. Fumamos. Nos reímos. Y conversamos hasta altas horas de la noche antes de ir a la cama, mientras la temperamental Mimi nos observa desde las alturas de su armario.
Y es que el viaje dadaísta no se trata única y exclusivamente de turistear. Se trata de aprender. Se trata de conocer gente. Y, en especial, se trata de practicar a estar sola, porque necesito hacerme a la idea de que lo más probable es que así será el resto de mi vida, he dejado de creer en el amor, en que mi príncipe azul existe, y que no hay otro camino que acostumbrarme a estar conmigo misma y a ser feliz de esa manera... Aunque claro, vos sos una excepción, ya lo hemos dicho, you are the only exception... Pero, ¿hasta cuándo? ¿Y existirá ese cuándo? ¿Volveremos a estar juntos? Yo, honestamente te lo digo, he empezado a perder la fe... Quizás lo mejor que puedo hacer es coleccionar amigos a donde quiera que vaya y renunciar a toda posibilidad de un romance, por muy bien que me lo haya pasado con Johannes y sus hermosos ojos en Innsbruck, mientras viaje no encontraré al hombre de mi vida y no sé cuándo iré a parar...
Pero en tanto sean amigos como Georg, la carga es soportable... Danke schon Georg...  Hope we can meet each other soon.

miércoles, 4 de mayo de 2011

La ciencia de la mochila

En vista de que mi Ruta fue en el siglo pasado, cuando aún usábamos cámaras de rollo y nos escribíamos cartas (de hecho, fue en ese viaje cuando recibí mi primer email en la vida), no es gran cosa lo que puedo aportar a la causa de la formación de ruteros-pequeño-saltamontes del año 2011. No poseo consejos de cómo cargar el celular, la cámara digital, conectarme a internet, mantener al día el facebook y todos esos aspectos posmodernistas de la vida rutera, porque simplemente en la época en que fui a la Ruta nada de esto existía y, si ya circulaba por el mercado, por supuesto, no era de acceso adolescente.
De eso me di cuenta hace ya unos años, cuando me preguntaron en una reunión pre ruta cómo se hacía con el cargador de la cámara... Y yo: what the fuck? Si es que yo cargaba con baterías y luego las echaba la basura, dulces tiempos de contaminación casi radioactiva, que afortunadamente cada vez se quedan más y más sepultados por calendarios arrancados de cuajo por la diosa tecnología...
 Yo, en la Ruta, en el año del cuerno, con mi grupo, el 3

Sin embargo, hay una enseñanza universal y aún vigente. Importante. Importantísima. Vital. Esencial. Indispensable. Y, como actualmente la estoy practicando por tierras europeas, porque uno después de la Ruta le toma el gusto a esto de ser nómada (a menos que la experiencia sea realmente traumática), tengo la práctica fresca, a flor de piel diariamente, así que ¿qué mejor momento para transmitir a las generaciones posteriores mi pedacito de sabiduría?
Por lo tanto, he aquí la ciencia (porque es una ciencia luego de haber creado hipótesis, ponerlas a prueba bajo experimentación profunda y análisis detallado), la ciencia, ilustre y vital, de la mochila en 10 pasos. Backpacking for dummies, podríamos llamarlo también. Seguro que sería un éxito en ventas, jaja... En fin, al grano, o más bien, a la mochila:
1. Orden. Ante todo, orden. Yo, en lo personal, no me caracterizo por ser una persona ordenada (tengo testigos al respecto) pero cuando viajo ocurre la metamorfosis y me transformo en el orden reencarnado. SIEMPRE, SIEMPRE, PERO SIEMPRE, procurá poner todo en el mismo sitio de la mochila y RESPETÁ ESE ORDEN PASE LO QUE PASE. Es muy fácil dejar cosas perdidas todo el tiempo, de modo que esto es un punto primario. Podés organizar la mochila por secciones. Sección higiénica: jabón, shampoo, cortauñas, cepillo de dientes, pasta, y aquello que se puede derramar siempre protegido en una salvadora bolsa plástica, obviamente. Sección tecnológica: cargador de baterías, celular, iPod, cables de cualquier tipo. Sección de papelería: postales, diario, lapiceros... Y así, creá las secciones que necesités y se te ocurran. Esto también ayuda a no perder tiempo buscando cosas. Si el cepillo de dientes, por ejemplo, no está en su compartimento, ni modo: ya se perdió.  Lloralo, hacele su tiempo de luto y resignate, pero al menos no vas a perder tiempo (que en la Ruta siempre es esencial) buscándolo en otras partes de la mochila.
2. Mochilear significa que te has convertido en un caracol y estás cargando con tu casa a cuestas. Significa que nunca llegás a un destino definitivo, es una vida piratesca, nómada, gitana, tu casa es lo que llevás en ese pedazo de tela con correas para cargar al hombro y nada más. Por lo tanto, NUNCA se desempaca por completo. Cosa que usés, apenas terminés de ocuparla, empacala de nuevo y en su lugar, porque siempre te estás desplazando y no tiene sentido estar armando y desarmando la hermosa arquitectura mochilera una y otra vez. En caso de que sea necesario desempacar todo (nunca se sabe) escogé un metro cuadrado donde podás arrojar el contenido de tu casa portátil de forma expansiva, pero que no se salga de ese metro cuadrado. Así, a la hora de empacar de nuevo, solo tendrás que preocuparte por empacar todo objeto que habite en ese espacio limitado, en vez de estar recolectando cosas por aquí, por allá y acullá. Y algo importante: apenas guardés algo, cerrá siempre el zipper, nada peor que darse la vuelta y que todo se riegue y uno tenga que ponerse a perseguir objetos que se dan a la fuga revolucionariamente entre los pies de los demás y que, probablemente, se conviertan en fugitivos vitalicios. La mochila JAMÁS se desarma, y menos en la Ruta; cuando comiencen a gritar "Más rápido monitores" me vas a entender.
3. Lógica pragmática. Lo que ocupés más seguido, que quede arriba de la mochila. Por favor, que no sea como una de mis compañeras de tienda, que no entiendo por qué dejaba siempre el cepillo de dientes en el puro fondo de la mochila y tenía que sacar TODO para encontrarlo. Esto aplica a la ropa en general, claramente. Si estás en un clima caliente, dejá la ropa de frío en el fondo y la de veranito encima y luego, si cambia el tiempo, pues organizala a la inversa, y listo.
4. Los zapatos no son solo para caminar. Son un EXCELENTE almacén de ropa interior y medias, lo cual ayuda a ahorrar espacio. Sobre todo las botas. Podés rellenarlas primero con unos calzones, luego con unas medias y luego con un brassier, y luego otros calzones y luego otro par de medias, y luego otro brassier y así sucesivamente, para que las mudadas te queden listas de una vez (¿son chicas las que van este año, no? Bueno, si son maes, se evitan el brassier :p). Usá una bota para ropa limpia y otra para ropa sucia. Y cuando las dos estén llenas de ropa sucia... es el momento de lavar. Aunque yo, en lo personal, prefiero llevar la ropa limpia al día, así que lavo cada vez que puedo.
5. Ensayos para evitar la tortura del viacrucis. Cargar con la mochila no tiene por qué convertirse en una tarea de trabajos forzados digna de un campo de concentración nazi. Depende de vos no echarte la soga al cuello o, en este caso, la mochila al hombro. No esperés el día anterior para empacar la tuya, sobre todo si es la primera vez que vas a cargar con una. Hacela completa y salí a la calle con ella a caminar al menos una hora. Y ojalá y podás subir unos 10 pisos en ese ensayo. Yo, lamentablemente, no tuve esta precaución hace ya 13 años y, apenas, pero es que apenas, me ponía la mochila a la espalda, se me dormían los brazos porque el peso era tan enorme que se me cortaba la circulación. Y todo por echármela a la espalda solo unos momentos antes de salir de la casa con dirección al aeropuerto y decir, en un arranque de positivismo adrenalínico pre viaje: "sí me la aguanto". Normalmente, en la Ruta, no te hacen cargar con la mochila mucho rato, pero se han dado casos de tortura extrema en que, como si fuera el camino hacia el Gólgota, sin cirineo alguno porque todos cargan con su propia cruz, te pueden hacer llevarla a cuestas. Así que en profecía anunciada no hay crucificado: ensayá primero cargándola una hora y, si te das cuenta de que no te la aguantás, es momento de sacar cosas y dejarlas en la casa. No te hagás tu propia cruz.
6. Bolsas plásticas. Nada ecológicas, pero importantes. Para ropa sucia, mojada, derrames, lo que sea. Llevate unas cinco de esas de supermercado, o mejor aun si son ziploc.
7. Llevate ÚNICA Y EXCLUSIVAMENTE aquello que es necesario. No le hagás tanto caso a lo que dice la lista, ni a lo que te puedan decir tus papás que te llevés de repuesto; eso de llevar doble "por cualquier cosa" en este caso no funciona porque más de una vez vas a querer dejar todo tirado y te puede pasar como a mí, que en la Ruta más bien dejaba las cosas perdidas a propósito. Si se te pierde algo y ocupás un repuesto, en el momento seguro que lo podrás resolver, uno se vuelve creativo porque la necesidad es la madre de todas las invenciones. Y, en último recurso, podés darte una vueltita por la sección de objetos perdidos y tomar lo que ocupés... Total, eso de la Ruta es una comunidad con aires de hermandad internacional que casi parece secta.
8. Capulana, capulana. Así le llaman en Mozambique a una manta de esas que se usan para ponerse encima del vestido de baño en la playa. Esto lo aprendí de las mujeres africanas y ha sido una de las enseñanzas MÁS VALIOSAS.  No llevés paño. Pesa muchísimo, cuesta que se seque y ocupa demasiado espacio. La capulana es más polifuncional: sirve para sentarse en el suelo, para secarse, para cobijarse, para almohada, para cargar cosas y hasta para llevar niños en la espalda, como enagua, como vestido, e, incluso, como baño portátil: te podés cubrir con ella y sentarte a orinar y a cagar gracias a su amplitud. No pesa nada, se puede hacer un puñito en la mochila y se seca rapidísimo. Un invento que casi se merece un Nobel.
9. A la mierda la plancha. Todo empacalo en rollitos y puñitos. Es increíble lo que te puede caber cuando compactás la ropa. No queda presentable la indumentaria, claro, pero cuando se anda mochileando eso vale caca, así que sale mejor negocio ahorrar espacio. Además, te da la sensación psicológica de que la mochila es más pequeña y pesa menos.
10. En la bolsa del sleeping hay espacio para más que un saco de dormir, así que ahí perfectamente cabe la mudada del día siguiente.  Y no importa qué tan cansado estés en la noche: dejá todo listo SIEMPRE. En la mañana generalmente se andan con prisas, hay que desmontar tienda y demás, ir por el desayuno y está el megáfono este haciendo escándalo y los músicos despertándolo a uno, es momento de caos, así que mejor tener todo listo para zarpar al día siguiente y, como el sleeping es de lo último que se recoge, pues que quede ahí la ropa que más vas a usar ese día.
En fin, espero que esta pequeña cátedra mochilera les sirva de algo... Y feliz Ruta. Disfrútenla, porque a menos que se hagan un diario de la puta madre, será la única. La vida, lamentablenente, no es perfecta.