Desempleada, solterísima y con los salarios producto de recitar "Thank you for calling Bodog wagering, my name is Andrea, may I have your account number, please?" un promedio de 6048 veces, este es el relato de una mujer de 30 años, quien un buen día decidió iniciar un periodo dadaísta en su vida y subirse a un caballito de madera solo para balancearse un rato sin llegar a ninguna parte, bajo la filosofía de Charlie García: "La vida es disfrutar el paso del tiempo".

martes, 17 de abril de 2012

La esvástica tatuada o la boca cerrada

¡Oh no...! ¡Un neonazi en Costa Rica! Para quienes creían que tal fenómeno no era posible y hoy se están persignando bajo el ala de una paloma de la paz, no sé si se han atrevido a mirar más allá de sus plumas.
Primero: si este pseudonazi (porque dudo mucho de que este muchacho sepa en realidad de qué está hablando) se queja de que ahora lo marginan por su manera de pensar, lo que se me ocurre criticarle es que si no quiere ser discriminado, entonces que no discrimine. Quiere respeto, respete a los demás. Quiere ser aceptado, acepte a los demás. Simple. Usted recibe lo que da. O al menos, así es en la buena teoría.
Pero sus palabras me suenan tan conocidas... Y no porque desde hace años existen en Costa Rca grupos de este tipo (sí, exacto, grupos neonazis, organizados). Si no porque las escucho casi todos los días. Los gringos son estúpidos. Los chinos son feos. Los nicas son maleantes. Los negros huelen mal. Ser indio es ser maleducado. Los argentinos son odiosos... Puedo seguir por horas. ¿Con indignación, ira, miedo porque hay un neonazi entre nosotros? ¿Que no siente un poquito de eso todas las mañanas, cuando se ve al espejo?
Neoracismo. Ese debería ser el término hoy en día. Es cada vez menos común que alguien como el muchacho que hoy todo el mundo quiere apedrear en la plaza de la democracia reconozca abiertamente ser racista o xenófobo. Claro, ya pasó de moda. Pero si estuviera sentado en un bar en San Pedro, por ejemplo, diciendo con aire intelectualoide que todos los estadounidenses son estúpidos, después de haberle ido a tirar carne podrida a la embajada de EE.UU, seguro que no lo despiden del trabajo. Si hubiera ido con un grupo de amigos a un restaurante chino y hubiera dicho que él no va a comer nada, porque le sale un pedazo de perro en vista de que los orientales son unos grandes chinos-cochinos, todo el mundo lo entendería. Si hubiera puesto una foto de un rottweiler envuelto en una bandera de Costa Rica en el facebook, no sale en un blog ni en los periódicos. ¿Cuál fue su error? Diay, tal parece que se apuntó en el equipo equivocado. Murdock, sin ojos azules ni cabello rubio que al menos respalde en alguito su estricta ideología, se ganó el apodo de morenazi, porque ni pinta de ario tendría aunque volviera a reencarnar. No se quiso unir a la manada a la que debería pertenecer. Se fue con un bando que ha sido el perdedor desde que, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, se encerró a un grupo de alemanes en una especie de campo de concentración allá por el mercado del mayoreo. Sí, aquí, en la misma ciudad donde hay palomas de la paz por todas partes, para que al mundo le quede claro que, en el país más feliz del mundo, los tiempos han cambiado. Pero si se hubiera venido a sentar con nosotros en el bar a contar chistes de nicas y de homosexuales, bienvenido, tráiganle una Imperial al mop.
Yo no soy la abogada del diablo, pero... Yo, bajo ningún tipo de circunstancia, defiendo a Murdock o como quiera que se llame, por un principio básico: si él no respeta a los que son distintos a él, yo no tengo por qué respetarlo. No voy darle lo que él no está dispuesto a dar. Pero lo que sí le admiro es el valor para dar la cara por lo que cree, aunque esté en un error tan grande, en una sociedad tan hipócrita como la tica, donde mientras todo sea a escondidas y se diga bajito, está permitido. En esta aldea donde los seis grados de separación son dos y su integridad física, así como la de su familia, corren ya peligro. En este país donde todos pensamos tan igualiticos que es hasta pecado que a uno no le guste el fútbol. Quizás ahora se rasgan las vestiduras porque nunca nadie lo había llevado a los extremos. Nadie lo había dicho tan crudo y sin censura. Y nadie había tenido noticia de que una persona con un pensamiento así, pudiera ser policía y tener acceso a un arma. Claro que da miedo. Pero a mí me da más miedo que sólo cuando se llega a estos extremos nos espantamos.
En lo personal, más allá de criticarlo, porque no conozco su vida (aunque me parece que es evidente que el mae se ha lavado el cerebro con la propaganda equivocada y que ocupa un tatuador profesional), me pregunto a mí misma qué he hecho yo, como ciudadana de su mismo país, para frenar ideas como estas. Es cierto, no las propago, pero tampoco hago todo lo posible por detenerlas en mi cotidianeidad, cuando vienen disfrazadas de hechos más “ingenuos”. No voy a iniciar una cacería de brujas, si no he hecho nada algunas veces excepto quedarme callada por educación (¡por educación!) cuando oigo un chiste xenófobo. No voy a lanzar piedras cuando no he salido a defender los derechos de los homosexuales, de los indígenas, de los inmigrantes, de las personas con discapacidad. No voy a jugar de que soy íntegra cuando en tantas ocasiones, al no tomar el bando del oprimido, he tomado automáticamente el del opresor. Yo no llevo una esvástica tatuada. Pero llevo la boca cerrada y los brazos cruzados. Y a veces, francamente, no sé qué sea peor.