No. Yo no amo a Christian Grey. Podría,
como lo han hecho miles de mujeres de los 60 millones de lectores que
se ya se han comprado este libro, como lo indica la decadencia
literaria de nuestros tiempos, secuestrados por los estantes de best
sellers. Pero no, no lo amo. En realidad, es que no amo a nadie.
Aunque he de admitir que estuve cerca.
Como comentaba un sábado por la noche, entre sangrías y comida
libanesa con un grupo de amigas treintañeras (el público meta de
tan nefasta obra), esta trilogía parece haber sido el resultado de
un focus group, dentro del cual se reunió a diferentes
mujeres para que echaran en un tazón papelitos con su ideal del
hombre perfecto. De ahí, se destiló un coctel y, después de
dejarlo enfriar, comenzó a venderse en forma rectangular, ya fuera
en formato tablet o en el tradicional de papel, bajo el cursi
e inexplicable título de 50 shades of Grey.
Iniciemos, entonces, por la agudeza
sexo-sociológica obtenida de tan virtuosa y hormonal mezcla, y
establezcamos, como ley ineludible para todos aquellos machos que
deseen aparearse con una hembra en el siglo XXI, que todo hombre debe
ser:
1. Guapo, guapo, guapo, guapo,
guapo. No pasable: GUAPO.
Para comenzar, todo entra por los ojos
(si bien es cierto que a las mujeres se nos suele enamorar más por
los oídos), de modo que empecemos con el físico del mae, que se
describe en el libro de forma tan orgásmicamente impresionante, que
a mí ya al final ni Matt Bomer me parece lo suficientemente guapo
como para encarnarlo en la famosa película, con la que más de una
se terminará masturbando en la soledad de un fin de semana sin nada
mejor qué hacer (sí, quizás yo).
Christian Grey (de nombre tan bonito,
además de todo) es un mae de cabello color cobre. Ni rubio (a mí
rubio no me hubiera cuadrado), ni moreno (a muchas moreno no les
hubiera cuadrado), para encontrar un sano equilibrio. Aquellas de
gustos más exóticos, saladas, porque aquí el Ken tenía que ser
estándar. Ni modo. En todo caso, tiene ojos grises, que no son
precisamente los más comunes, para al menos echarle una pizquita de
exotismo. Alto (obvio). Con cuadritos (obvio). Espaldas anchas
(obvio). Cabello revuelto (obvio, chicos, desechen el gel, que el mae
bien peinado no es sexy). Y una verga de generosos centímetros
(obvio). Es decir, con el físico del mae en cuestión, ya a una se
le moja el calzón.
Si, muchachos, más o menos esto es lo que exigimos...
2. Bien vestido. Si por la portada
se juzga el libro, que tenga buena ropa para quitar y llegar así
hasta la ultima página...
El objetivo de este punto es conectar
con la niña interna y la mujer adulta consumidora en el juego previo
antes del coito: no es fácil encontrar maes bien vestidos y, cuando
aparecen, nada más excitante que se dejen vestir y desvestir, como
se divertía una en la más remota infancia, cuando le cambiaba la
ropa a los muñecos. Durante la novela, se nos ofrecerán entonces,
para tales fines lúdico-sexuales, un guardarropa sensualmente
varonil, que incluye camisas blancas de lino, chaquetas combinadas
casualmente con jeans, pantalones de pijama sin camiseta (imperativo
que los cuadritos deban verse en la penumbra de la alcoba), trajes
enteros y, por último, corbatas polifacéticas, que también sirvan
como juguetes sexuales. Punto a favor, me atrevo a esgrimir
personalmente: nada más sexy, al menos para mí, que un mae con
corbata de la cual jalarlo para darle un beso.
Y, para que uno no se sienta tan
desprotegida y jugar nosotras también, Christian viene con un
reguero de camisetas en todos los dormitorios que comparte con sus
mujeres, para que una puede ponérselas (que pijama más cómoda y
linda no hay que la ropa del mae que uno ama, con su aroma
incluido...). Y, por último, si aún no había logrado conquistar,
Christian Grey usa Converse. Pufff, ahora sí: caí rendida a sus
pies.
3. Rico
Sí, rico sexual, pero rico con el
significado básico según lo estipula el célebre Diccionario de la
Real Academia de la Lengua Española: adinerado, hacendado o
acaudalado. Si no, bastaría con una simple fotografía, como a
los hombres les basta con una simple Playboy. Diay sí, dicen
que nosotras, las mujeres, somos “complicadas”. Nos falta
muchísimo más que un buen cuerpo y una cara bonita. Somos
insaciables.
Y qué mejor cliché que el mae,
obviamente, venga con accesorios. No, no necesariamente juguetitos
sexuales. Más bien, que esté cagado en plata, para decirlo a calzón
quitado, que es a este punto que deseamos llegar de todas formas.
El hombre perfecto viene con el
apartamento de corte moderno. El Audi. El jet privado. El yate para
el verano. La casa en Aspen para el invierno. El aparta en Nueva York
para ir de compras. La empresa multimillonaria. El helicóptero, que
lo sabe pilotear (súper sexy). Y, por supuesto, la capacidad de
comprarle a uno un clóset completo lleno de ropa de diseñador,
detallitos Cartier y un Audi tan solo para empezar, según se narra
en una de las escenas más inverosímiles de toda la historia de la
literatura (si es que a esto se le puede llamar literatura), en la
cual Christian le condiciona a Anastasia Steel: “De acuerdo, acepto
ser tu novio, pero sólo si me aceptas el Audi”. WTF??????? (De
feria, yo leyendo esta vara sola en mi cama, un viernes por la
noche...sia tonto).
4. Perfecto en la cama. No bueno:
PERFECTO
Ok, suficiente materialismo, que no eso
a todas nos conquista. Pero el sexo... Claro, Christian tiene que ser
perfecto en la cama, que no solo de dinero vivimos las mujeres.
Incluso, es tan, tan bueno, que hasta la más mojigata se llega a
plantear a sí misma si que lo azoten a uno con una fusta en el
clítoris puede sentirse rico. El mae se sabe todas las posiciones,
todos los juegos, todos los orgasmos. Incluso, en caso de que sea una
de corte más tradicional, el mae siempre, siempre, SIEMPRE, cargará
con un condón en el bolsillo para el sexo más básico en posición
de misionero. Siempre. Viene con eso incluido por default.
De rebote, la escritora, muy astuta,
narra toda la historia en primera persona y en presente, de modo que
una misma se descubre diciendo: “Christian me besa. Christian me
muerde un pezón. Christian me penetra” y con semejante mantra,
termina protagonizando la historia en la cabeza, más allá del papel
y casi cogiéndose el puto libro, en la desesperación de una cama
deprimentemente vacía.
A todo esto, Christian nunca se cansa
de tener sexo. Está siempre listo, con una condición física que le
permite aparearse a toda hora, digna de sus 27 años (joven aún,
pero no un chamaco como para regarse a los cinco minutos, inundado
por la emoción del coito).
Ganas de morderle esa manzana suavecito, entre muchas otras cosas más abajo...
5. Fuerte y decidido
Y es que Christian debe tener excelente
condición física, obvio. Si no, ¿cómo va a protegernos a
nosotras, indefensas lectoras? No, su testosterona en óptimo estado
le permitará pichacearse a todo aquel que nos haga daño (aunque en
un inicio ya nos habremos nosotras encargado de poner en su lugar al
malo de la película, para no herir feminismos). Y también tendrá
que ser lo suficientemente fuerte como para poder cargarnos en sus
brazos, ya sea para casi secuestrarnos en media calle o llevarnos al
cuarto, para lo cual sin duda servirá que seamos tan delgadas como
lo exige Vogue.
Físicamente, no se podía esperar
menos: Christian Grey es por antonomasia el macho alfa de la manada
del siglo XXI, y junto con su fuerza varonil, tiene un don de mando
incuestionable. A mí eso me sacaría de quicio, pero hay mujeres
para quienes el hombre sigue siendo la cabeza de la familia. Desde lo
más alucinante, como dirigir una empresa con miles de empleados,
hasta lo más trivial, como a dónde iremos a cenar, él ejercerá el
control. Pero no podría ser de otra manera: en mayor o menor grado,
desde el tiempo de las cavernas, a las mujeres nos gusta que nos
protejan y estar al lado de un hombre que sabe lo que quiere. Y E.L.
James sabe eso también en su coctel del mae perfecto: las mujeres de
30 años, que somos el target, ya hemos dejado atrás cierta
ilusión feminista y hemos aceptado algunas diferencias de género
que son beneficiosas. Y no nos quejaremos si el mae quiere cuidarnos
un poquito y tiene las condiciones de supervivencia de los tiempos
modernos requeridas para ello.
A todo esto, no solo lo protege a uno,
sino que de paso, como superhéroe que es, salva al mundo: el mae es
totalmente filantrópico (sino, su riqueza sería mortalmente obscena
e inmoral, más allá de su cuarto de juegos) y le gusta alimentar al
mundo de forma ecológica, con el uso de energías renovables. Sí,
chicas: hasta a las activistas las calienta después de la marcha
hacia el Congreso exigiendo la paz mundial.
6. El chico malo
Efectivamente: los chicos buenos cansan
a veces. Suelen ser aburridos. Predecibles. Más si no tienen
cicatrices. Como leerse cuentos con moraleja cuando se puede leer
Rayuela.
Christian Grey es un chico malo desde
la adolescencia, agarrándose a pichazos en sus años borrascosos de
niño mal portado, cuando era expulsado de colegios y se convertía
en un alcohólico a escondidas. Diay, a algunas mujeres nos llaman la
atención los chicos malos, desde la infancia, con Terry Grantchester
en Candy Candy, y luego desde la adolescencia, con Dylan McKay
en Berverly Hills 90210.
Dentro de este marco, la vida familiar
del mae también entra en acción para conmovernos. Christian Grey es
el hombre con un pasado misterioso, que nuestra curiosidad de Pandora
hereditaria desea averiguar a toda costa. Ser misterioso es ser
atractivo. Y eso me hace a mí, al menos, recorrer cada página del
puto libro para descubrir su secreto, con todo y que sé que uno
siempre debe desconfiar de los libros que se venden en el
supermercado, más si es de un escritor que insiste en firmar solo
con sus iniciales. Ese hombre que guarda un secreto, que lo hace
tocar melancólicas piezas de piano en medio de la noche (el mae
tenía que tocar piano, obvio, sin el lado sensible-artístico no
sería el hombre perfecto).
Ese secreto que lo hace ser un hombre
triste y miserable, a pesar de su riqueza y de su familia de postal,
cuyos padres acaudalados tienen un armonioso matrimonio que les ha
permitido adoptar niños para salvarlos de su desgracia urbana
(incluyendo a la hermanita menor, porque a todas las mujeres nos
gusta tener un hermano mayor medio celoso que nos proteja).
7. Todo hombre perfecto debe tener
el defecto perfecto
Esta es la parte más interesante del
hombre perfecto. Suelen decir los hombres que lo que más les molesta
de nosotras, las mujeres, es que queremos cambiarlos siempre. Creo
que tienen razón. Porque generalmente uno a un mae, cuando se
enamora, lo ve así de perfecto como a Christian Grey... pero le
falta algo.
Siempre les falta algo, porque los
maes, simplemente, no son perfectos. Siempre vienen con algún
defecto de fábrica o sino, los embalaron mal y llegaron abollados a
la tienda. Pero uno quiere cambiarle esa cosita, ese mínimo
detallito, que parece tan sencillo, y así ser felices para siempre.
Es como comprarse ropa: a veces le queda a uno el ruedo del pantalón
muy largo o el vestido muy corto, pero siempre hay un alfiler o algo
así que lo puede arreglar porque es taaaaaan lindo, aunque no me
quede...
Y hasta Christian Grey viene con un
defecto: el mae está trastornado emocionalmente y es incapaz de amar
a una mujer, aparentemente, porque solo le gusta tenerlas como
esclavas sexuales por horas.
Pero hasta en esto resulta perfecto el
cabrón: tiene el defecto perfecto. Aunque sea por un breve instante,
toda mujer, engañada por la testosterona machista con que crían a
estas pobres criaturas masculinas, se ha creído la frase de que los
hombres no lloran. Que son unos insensibles. Los que serían capaces
de cogerse a toda aquella fémina que se mueva, de lagartija para
arriba, y luego irse a la mañana siguiente sin saber ni siquiera su
nombre. Los que primero buscan sexo y luego amor, si les queda
tiempo entre eyaculación y eyaculación. Los que en el apocalipsis
empacarán kits de supervivencia mientras nosotras empacamos las
fotos. En fin, los que cazan los bisontes.
Sin embargo, uno como mujer sueña con
ser única y especial. La que ponga a toda esa masculinidad absurda
de rodillas. La que domestique a ese macho salvaje como no lo han
podido hacer docenas de otras mujeres no tan especiales, porque son
docenas y una es la única. La que lo saque de ese abismo oscuro. Una
sueña con ser la luz al final del túnel, y salvarlo a punta de
amor, como si el amor fuera suficiente. Por un instinto maternal ahí,
medio oculto, una quiere abrazar a ese mae como si fuese un niño, y
se lo imagina de pequeño, solo y asustado, con esa misma cursilería
con la que una le pide a su novio una foto de cuando era pequeño
solo para verla con una bizarra mezcla de sentimiento maternal y
pedofilia tácita. Ese es el sueño de nosotras las mujeres: llevar a
un hombre a hacer cosas que nunca pensó a hacer, ya sea porque dicen
que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, ya sea por
masturbarnos la autoestima, ya sea por puro y simple amor. Y a
cambio, pediremos que solo que nos mire con los ojos brillantes (cómo
aprende uno con los años a descifrar las miradas de los hombres, si
ellos supieran la práctica que uno agarra, seguro no nos volverían
a mirar a los ojos nunca más).
Es decir, con este resultado, Christian
Grey termina siendo el hombre perfecto. No hay manera de fallar: si
el dinero no te importa, te conquistará con el sexo; si con el sexo
no te conquista, lo hará con su pasado desgarrado; si no te
despierta el más mínimo sentimiento maternal el niño solo de ojos
grises, lo hará entonces su francés fluido, pero el caso es que
habrá algo, algo, por más mínimo que sea, que te atraiga de él.
Entonces, ¿por qué yo no lo amo?
Indistintamente que es uno de los libros peor escritos y predecibles
que haya leído, con los diálogos más trillados, y una sensación
de innegable copy paste en medio de personajes que fruncen el
ceño, ponen los ojos en blanco y se les cae el alma a los pies cada
dos párrafos; indistintamente de que en el tercer volumen de la saga
se notaba como a la mae ya no se le ocurría nada más qué escribir,
indistintamente de que a mí Montecarlo me parece un lugar para la
luna de miel súper ordinario (ay carajo, pero vamos: ¿no podía
llevarla Christian Grey a un lugar más exótico, como Fiji o la
polinesia francesa por lo menos?); indistintamente de que tenga una
descripción casi cinematográfica que no deja nada a la imaginación,
indistintamente de que prefiero vender 6 libros a 60 millones si
están escritos como ese, no, yo no amo a Christian Grey.
Y no esgrimo ningún valor ético, ni
feminista, ni intelectualoide para ello. Es cuestión de gustos, nada
más. Mi hombre perfecto lo único que tiene en común con Christian
Grey es que le guste usar Converse, y eso porque yo busco un mae que
se quiera casar usando Converse negras y yo blancas. Mi hombre ideal
no tiene que pilotear un helicóptero, si no saber extender el pulgar
para pedir un ride en medio de la carretera. No tiene que
tener un aparta en Nueva York ni una casa para esquiar, si no saber
hacer de cada lugar un hogar. No tiene que tener más ropa de la que
quepa en su mochila. Ni tampoco ser espectacular en la cama, siempre
y cuando me abrace mientras se quede dormido. Es, en resumen, un mae
tan simple...
Sin embargo, conforme pasan más y más
años, me pregunto si es que me he vuelto yo también piedra porque
la falta de amor del último hombre a quien amé me petrificó a mí
también, o si es que ya he sufrido tanto que he subido los
estándares de calidad a un nivel inalcanzable, porque a todos los
maes les encuentro un defecto y no estoy dispuesta a sacar el
costurero para arreglarlo y que quede a mi medida.
Pero ahora que lo pienso, yo tampoco
pido un Chritian Grey de libro erótico porque yo tampoco soy una
Megan Fox de Sport Illustrated. Yo lo único que quiero es
poder amar al grado de lo que solía hacerlo. A veces me topo con una
serie de fotos en Pinterest de una pareja conformada por una chica y
un mae que no tiene ni brazos ni piernas porque los perdió en la
guerra. Y aun así ella está a su lado en el hospital, aun así ella
lo carga en su espalda, aun así ella se casa con él aunque la lleve
al altar de la mano con una prótesis. Yo soy capaz de amar a alguien
así, a ese grado... pero a nadie parece importarle. Y no tiene que
ser Christian Grey para eso. Solo tiene que ser un mae que me haga
sentir de nuevo ese amor que me niego a pensar que ya no soy capaz de
sentir... y bueno, y usar Converse, claro.