Desempleada, solterísima y con los salarios producto de recitar "Thank you for calling Bodog wagering, my name is Andrea, may I have your account number, please?" un promedio de 6048 veces, este es el relato de una mujer de 30 años, quien un buen día decidió iniciar un periodo dadaísta en su vida y subirse a un caballito de madera solo para balancearse un rato sin llegar a ninguna parte, bajo la filosofía de Charlie García: "La vida es disfrutar el paso del tiempo".

domingo, 24 de julio de 2011

Fin de semana en Varsovia

Varsovia... hummmm... ¿Cómo definir mi paso por la capital de Polonia, en un fin de semana ajetreado y un tanto bizarro? Es que fue, si podemos calificarlo así, como un collage de eventos sociales casi sin conexión unos con otros, dadaísmo en definitiva, recortes de momentos pegados aleatoriamente en un viernes, sábado y domingo sobre un escenario capitalino polaco como lienzo común. Sí, quizás así pueda catalogar  mi estadía en Varsovia, después de atiborrarme en solitario con tan maratónica peregrinación histórica de la Segunda Guerra Mundial por la aleccionadora Cracovia.
De modo que definámoslo así: Varsovia, para mí, fue más dadaístamente social que turística. A veces sucede: hay sitios por los que paso visitando quizás una o dos atracciones, y el resto del tiempo es como si hiciera una nueva vida aunque sea sólo por el paréntesis de unos días: tengo amigos, salgo por las noches, establezco romances de corta duración, duermo mucho, lavo ropa y me siento como en casa. Eso ocurre en Varsovia y creo que esa es la diferencia entre el viajero y el turista. El turista visita sitios, el viajero los hace suyos. Y yo he logrado hacer míos algunos de ellos gracias a gente súper increíble como me ocurre en Varsovia. Instalada en casa de Kike (un mexicano) y Agnieszka (una polaca que habla como mexicana) paso algunos días de ajetreada vida social. Pero comencemos por el principio.
Después de tomar el tren desde Cracovia, atestado de gente, y desde el cual escribo mi entrada del blog respecto de mis quejas sobre Budapest incómodamente sentada en el suelo del pasillo del vagón, llego a Varsovia cansada y malhumorada. Sé que debo tomar el metro para llegar a casa de Kike y Agnieszka, lo cual no parece presentar mayores dificultades: nada más fácil que viajar subterráneamente. Usualmente, la estación principal del tren cuenta con un metro no más bajar las escaleras. Una vez allí, las líneas marcadas con colores y los mapas debidamente señalados dentro de los vagones y en cada estación hacen que sea prácticamente IMPOSIBLE perderse... Hasta que llego a Varsovia, claro. Y es que algo que NO ENTIENDO de muchas ciudades europeas (aparte de por qué putas siempre cobran por los baños, por poner el equipaje en el maletero inferior de los buses y por la salsa de tomate en los McDonalds) es por qué tienen TANTOS pasajes subterráneos para cruzar las calles en vez de poner un PUTO semáforo y una PUTA zona peatonal. O sea, ¿que no se dan cuenta del ENORME FASTIDIO que representa para ancianos, gente con discapacidad, mujeres embarazadas y mochileros con 16 kilos a la espalda el tener que bajar gradas, caminar por pasillos y volver a subir escaleras solo para cruzar una pinche calle? Y, si como todo en esta vida, se debe al dinero, ¿que no sale mucho más caro construir túneles en vez de poner un puto semáforo peatonal? ¿Que eso puede provocar más presas y un tránsito de pesadilla? Mae, yo también manejo y no es taaaan cansado como andar subiendo y bajando escaleras con una mochila al hombro... ¡Señor, señor...!
La sirena en el casco antiguo de Varsovia

Esta costumbre, para mí tan irracional, me cuesta hora y media perdida en Varsovia. Como asocio metro con pasaje subterráneo, me meto al primero que encuentro y, sin mayor sorpresa, me subo a un tren que creo, ha de ser el correcto, dado que cuenta con un mapa y está bajo tierra... Pero, ¡oh sorpresa!: al minuto sale a la superficie y resulta que no es el metro, sino un tren interurbano... Y, para cuando me doy cuenta, estoy en las mismas afueras de Varsovia. QUÉ MIERDA... Mientras, recibo un mensaje de Kike en el celular, que me espera en la parada del metro y comienza a echar raíces: "¿Te secuestraron o qué? ¿Estás viva? Ya comienzo a preocuparme...". Secuestrada no, pero perdidísima sí, y me toma mi tiempo devolverme al centro de la ciudad y meterme de nuevo en dos pasajes subterráneos más que no me llevan a ninguna parte, hasta subirme al metro y llegar a mi destino correcto.
En fin, con todo y que ando cansada, de malas y que acabo de recibir el agradecido NO de parte de ÉL respecto del video infamemente famoso para el hombre que quise amar y no quiso ser amado, no estoy dispuesta a sabotear mi estadía en Varsovia luego de varios días solitarios en Cracovia. Así que luego de calibrar con unas cervezas, enrumbo en compañía de Kike, su amiga Dorota (Polonia), Silvio, otro couchsurfer italiano con quien me veo obligada a compartir el sofá, y Juan (Perú) a un concierto al aire libre en un parque y a una discoteca de música latina donde, a pesar de que me echo mis merengues, me divierto más que todo observando el interesante fenómeno de ver polacos bailando (o intentando bailar la mayoría de las veces) los cadenciosos ritmos latinos que los hacen pensar que todos los hispanos también hemos de ser buenos en la cama. Pufff: vaya espectáculo... Y cuando digo vaya espectáculo me refiero al INEXPLICABLE HECHIZO que ejercen los latinos MÁS HORRIPILANTES, VULGARES Y ORDINARIOS sobre las bellísimas polacas. DE VERDAD QUE NO LO ENTIENDO. Son maes que en Latinomérica no les darían pero ni la hora (como muy bien apunta Kike), pero aquí tienen un pegue.... O sea, esta es SU OPORTUNIDAD: si usted es polo y poco agraciado, (voy a subrayar mejor el polo y el poco agraciado lo cambiaré por un NULAMENTE agraciado), en su país de origen no es capaz de ligarse pero ni una papaya y siente que la mano se le va a desgastar la próxima vez que ocupe un cambio de aceite, entonces es momento de emigrar a Polonia. Aprenda algunos pasos básicos de salsa, merengue (o mejor aun bachata, las trastorna la bachata) y asegúrese, como clímax de la danza de apareamiento exigida por las europeas del este, de poder sostener a su pareja de baile con su brazo y echarla hacia atrás. ESO LAS ALOCA. Mae, de hecho: olvídese de las clases de baile, nada más haga eso y ya será catalogado como el amante latino del año. No importa que usted sea GÜEISO como tres días de hambre. Aquí esto basta y sobra para ser más deseado que el mismísimo Ricky Martin.
De veras que NO ENTIENDO cómo hombres tan POLOS Y FEOS se ligan semejantes viejas que parecen salidas de portada de revista... Entiendo que lo nuevo, lo desconocido, lo exótico llama la atención (suerte para mí también, lo admito) pero es que esto supera el sentido común, es como si estas polacas no tuvieran ojos... Lamentablemente (y VOS no tendrías que darte por aludido en este caso) curiosamente todas las historias que escucho entre hispanos y polacas parecen terminar, invariablemente, siempre mal. La misma Agniezska me lo dice: "Quisiera oír por una vez, por una sola vez, que haya una historia entre un latino y una polaca que tenga un final feliz". Me pregunto por qué será.... No soy polaca y, si quisiera experimentarlo a la inversa, tendría que ligarme a un polaco primero que todo, y no encuentro ninguno que me parezca guapo (por no decir que todos me parecen horribles...).
Una noche en Varsovia con Silvio (Italia), Juan (Perú) y Kike (México)

En fin... Hay MUCHAS cosas sucediendo en Varsovia este fin de semana y esto es solo el principio. A la mañana siguiente, Silvio y yo nos dedicamos a recorrer la ciudad... pero al estilo couchsurfing. Hay un rally organizado por la asociación local, con diferentes pruebas en los sitios más emblemáticos. A mí me toca con él, con una bielorrusa, con dos polacos y con una checa. Las pruebas incluyen, por ejemplo, adivinar nombres de películas para lograr encontrar la siguiente locación, vestir a dos personas del equipo con todas las prendas de ropa posibles, tomar fotos de la mayor cantidad de banderas y en los monumentos de la ciudad, y mi favorita: abrazar a toda la gente que se pueda en la calle. Desde mis días con Georg en Viena había estado deseando hacer esto, que es costumbre ya en varias ciudades europeas: de vez en cuando se puede ver a alguien con un rótulo que dice "Free Hugs", ofreciendo un poco de calor humano en urbes donde la gente ya ni se saluda aun viviendo a la par. De modo que con un par de rótulos y un tiempo limitado, nos desplazamos por el casco antiguo de Varsovia (IMPRESIONANTEMENTE reconstruido después de la Segunda Guerra Mundial, por cierto). Es interesante la reacción de la gente: la mayoría no quiere ser abrazada por extraños y después de mirarnos como si fuéramos seres extra planetarios, cuando todo lo que queremos es dar nada más humano que un abrazo, nos evade confundida, a pesar de que esta es una práctica que incluso ya está medio pasada de moda. Como contamos con un tiempo limitado, Silvio simplemente, sin preguntar, con la autoridad que le da el tener un letrero que dice Free hugs en sus manos, comienza a abrazar a la gente así, sin más. Más tarde, esa misma noche, me daré cuenta de que para él abrazar e, incluso, ir más lejos, NO ES definitivamente un problema... En fin, con el letrero de Free hugs yo me divierto lo mío. Eso es lo que adoro de viajar: como nadie me conoce, estoy dispuesta a ser más espontánea de lo usual. No sé si en la aldea de San José me pondría en plena Avenida Central con un rótulo de Abrazos gratis... A como son allá, que de todo se asombran y todo lo critican, tal vez hasta saldría en las noticias... Pero aquí en Varsovia da igual.
Yo, dando abrazos gratis en Varsovia. Al fondo Marketa, mi compañera checa de equipo.

De todas maneras, este sábado está ocurriendo de todo: parece que todos los niños en edad están haciendo la primera comunión, y la versión polaca del carnaval de Semana U es esta tarde y por las calles, atestadas de gente, se ven personajes de Star Wars, gente en pijama, chicas semidesnudas y maes pintados completamente de azul, mientras los estudiantes de diferentes facultades desfilan por las calles. Y, para rematar culturalmente, hoy, durante toda la noche, todos los museos en Varsovia son gratis, lo cual hará filas interminables enfrente de lugares como la casa de Marie Curie, frente a la cual paso comprimida entre visitantes de todos los países.
Con el elenco de Star Wars en la "Semana U" polaca

Sin embargo, a pesar de tantos planes en agenda para una noche de sábado, yo termino invirtiéndola en la fiesta de cumpleaños de Dorota que, a la postre, termina siendo una tragicomedia adolescente.
Pero, para que quede claro, debemos explicar el contexto. Kike, quien ha vivido por más de año y medio en Varsovia, a donde llegó atraído por una polaca con la cual las cosas no funcionaron (uno más a la lista de fallos épicos interculturales), tiene su opinión respecto de los polacos y no es, precisamente, la mejor. Y, en parte, lo entiendo: creo que el mayor reto de viajar es aprender a ser tolerante y no caer en la xenofobia, porque muchas veces se topa uno con cada estereotipo nacionalista, que es peligrosamente fácil llegar a tomar posiciones extremas. Yo con los húngaros, mea culpa, la verdad perdí la paciencia y con los polacos, en cierta manera, también.
Primero que todo, el idioma: aunque no me topo con tanta barrera lingüística como en Budapest, y las nuevas generaciones dominan el inglés bastante bien, esa majadería de hablarle tercamente a uno en polaco cuando es MÁS QUE EVIDENTE que no soy polaca... ¡Señor! No es obligación de nadie saber inglés, insisto; ojalá y como koiné pudiéramos usar todos esperanto, que es equitativo, fácil de aprender y no pertenece a ningún país, por aquello de las colonizaciones lingüísticas. Para mí eso sería lo ideal, pero let's face it: el mundo no es perfecto y sea como sea, si uno no quiere aislarse del resto de la humanidad, no puede quedarse encajonado en un idioma que solo hablan en un único país y que, de feria, es impronunciable... Eso me tiene tan HARTA, porque ni siquiera en estos países hacen el esfuerzo de comunicarse con uno por señas, si no que siguen con esa retahíla en húngaro o, en este caso, en polaco, que suena como si siempre se estuvieran secreteando... Ufff... Al final, cuando se ponen en esas varas, opto por hablares en español a lo tico, rápido y sin censura, y así todos somos felices...
En segunda, aquí en Polonia, todo siempre está sujeto a una pura reclamadera. Traumados por la Segunda Guerra Mundial y por la época soviética, TODO lo pelean y me da la impresión de que viven en una amargazón eterna... Como dice Kike: hacen de las lágrimas y de la melancolía el deporte nacional. Sobre todo la gente mayor: no hace falta el pobre ancianito que, si la sopa se la sirven un poco fría, le eche en cara a quien sea que pueda escucharlo a tres kilómetros a la redonda que gracias a él, que en los 40's fue una especie de boy scout lanzando piedras a los nazis, hoy estamos aquí y tenemos los que tenemos... Cuando voy con Kike, Juan y Agniezka a comer a un restaurante, soy testigo del fenómeno: los adultos mayores reclaman a los gritos a penas algo no les parece, incluso los que se ven más inofensivos. Entra una señora súper viejita, casi centenaria, encorvada, con su pañuelo bien amarrado en la cabeza, arrugada como toda mi ropa siempre compacta en la mochila, y totalmente dependiente de un bastón para su desplazamiento locomotivo, y de inmediato Kike dice: "Ese es mi gallo, ya vas a ver cómo reclama algo de la comida..." Y de veras... Junto con Tomas, en Eslovaquia, debatíamos justo sobre ese tema: cómo las sociedades reaccionan luego de una guerra... Pero eso es harina de otra entrada del blog, que ya desarrollaremos cuando lleguemos a los Balcanes. Por ahora, prosigamos con la tercera queja de la idiosincracia polaca.
Y es que es esta, precisamente, la que provoca la tragicomedia en la fiesta de Dorota, y la que Kike más alucina: no respetan lo que hacen los demás. Ejemplo: estamos en un parque de Varsovia, donde los pavos reales deambulan libremente. Yo, a pesar de haber visto pavos reales muchas veces, nunca había visto uno con la cola extendida. Y aquí tengo la suerte de ver uno, sumamente profesional, que posa orgulloso con toda la belleza impresionante de sus plumas faúnicas al sol de una tarde primaveral. El mae es tan pro, pero tan pro, que pasa así varios minutos, mientras rota para que todos los que estamos cerca podamos fotografiarlo a nuestras anchas desde todos los ángulos. Pero la puta que lo parió: llega un señor ya entradito en años y como si no hubiera nadie a su alrededor y el bendito pavo real fuera mascota exclusivamente suya, le toca la cola y de inmediato, se acaba el espectáculo: el ave será pura vida, pero como de museo, "se mira y no se toca", y cierra de inmediato la cola y se da la a la fuga... ¡Mae!!!! ¿Cómo se le ocurre a este hombre hacer eso? ¿No ve que todos estamos admirando al pavo real y fotografiándolo? Uffff...
Mi primer pavo real con la cola extendida

Pues más o menos eso sucede en la fiesta de Dorota. Kike dona su iPod para la música, pero los invitados, un montón de pubertos polacos, una y otra vez se pasan cambiando las canciones sin preguntar. Así, la vez pasada, le descompusieron una tornamesa de DJ, según me cuenta, la cual le costó un dineral reemplazar y le arruinó la posibilidad de ir a México en Navidad a pasarla con su familia. Una rubia con una ridícula flor de plástico en la cabeza es quien más lo hace constantemente, no importa si la gente está bailando la pieza: va, la quita y pone la que ella quiere. Y ya a Kike, en ese quita y pone, se le sale el latino, y va y le reclama en polaco, para que todo el mundo entienda (bueno, todo el mundo menos yo, pero ya tendré oportunidad de escuchar la traducción al español una y otra vez) que deje de estar tocando su iPod, pinche hija de la chingada... Y, para no hacer el cuento muy largo, el caso es que al final, harto, lo desconecta... Y sin música, se acabó la fiesta. 
 Con Kike, Dorota y Juan en la fiesta de cumpleaños, antes de la pseudotragedia... Yo me dediqué a comer pan!

Como en toda actividas social donde abundan las polacas jóvenes y bonitas, aquí hay más latinos, por supuesto, y un mexicano, ya cuarentoncito, que toda la noche se ha pasado con los ojos más en las tetas de esta rubia que en su ridícula flor de plástico capilar y fallidamente ornamental, aprovecha el momento para consolar a la pobre damisela, que con los ojos aguados en lágrimas, siente que se ha cagado en la fiesta... Señor, qué cosa tan ridícula: todos se congregan en torno a ella dándole apoyo moral, como si aquello fuera el fin del mundo, mientras Dorota persigue a Kike, llorosa, para que vuelva a poner la música... Ay mae... Ha de ser que yo ya estoy pasada de todo, pero a mí estas escenitas me dan MUCHÍSIMA RISA. El mexicano cuarentón este, feo como la náusea, abrazando con cara de circunstancias a la polaca de la flor ridícula, más interesado obviamente en el escote que en la pena que siente la pobre, mientras todo es confusión, drama y, especialmente, silencio... ¡Qué cosa más absurda, mae!!! Yo, en mi nube, no entiendo por qué el drama, y luego de que me bajo de ella, sigo sin entenderlo: si Kike no quiere prestar más su iPod, fácil: se pone el radio y listo... Y se dejan de tanta película. Yo, por mi parte, lo tomo como una experiencia dadaísta más: he empezado el día recorriendo Varsovia abrazando desconocidos, posando con la versión polaco-universitaria de Darth Vader, inmersa en un mar de gente frente a la casa de Marie Curie y ahora, al mejor estilo de Amigas y rivales, estoy en medio de un drama telenovelesco por unas canciones en un iPod y un abismo cultural que, muchas veces, parece insalvable...
Como este ha sido un día largo y agotador, y yo a mi edad no estoy para estos ridículos dramas colegiales, me devuelvo con Kike a casa y al día siguiente, frío y lluvioso, me dedico a hibernar con el sofá finalmente para mí solita, en vista de que Silvio se ha marchado esta mañana luego de estarme abrazando más de la cuenta... O al menos, así es hasta la noche, cuando debo compartirlo de nuevo, pero esta vez con un venezolano gay amigo de Agniezka, quien me asegura que él no es lesbiana y que no tengo de qué preocuparme si dormimos juntos... ¡Y por dicha! Porque aquí compruebo que, hasta en el mundo homosexual, la ley del "latin lover" se sigue aplicando en Polonia: esta pobre alma está atrapada en un  cuerpo que se ve que Dios lo hizo con lo que le sobró ese día. No es por ser carepicha, pero es que de veras, este venezolano es feo con ganas: bizco, con el cuerpo contrahecho y las facciones de la cara embarradas en un óvalo sin forma, tiene que ser de lo más poco agraciado que haya visto... O bueno, sigamos siendo cruelmente sincera: de lo MÁS HORRIBLE que haya visto... Yo, muchas veces, me siento atraída por hombres gay (lamentablemente, nunca me dan bola), pero es que este es la excepción a la regla... O más bien, un fiel ejemplo de la regla, porque Polonia tiene la magia suficiente como para convertir sapos en príncipes con solo cruzar la frontera, tal parece...  Un mundo al revés, el lado opuesto del espejo en cuestión de gustos, sin duda alguna...
Y así, luego de recorrer la ciudad de forma más calmada que con el alocado rally en compañía de Kike, Agniezka y Juan, al día siguiente me marcho de Varsovia y, de esta manera, llegamos al final de mi capítulo polaco. Con un viaje en el tiempo a la Segunda Guerra Mundial y un collage de eventos sociales sin ton ni son, con el sabor mexicano e italiano aún en mis labios, y con el corazón a medio reconstruir después de haberle declarado mi amor por ÉL al mundo entero sin recibir más que un leve eco cibernético por toda respuesta, tomo un bus nocturno hacia los países bálticos, que se me ha ocurrido visitarlos sobre la marcha y que, hasta hace poco, ni sabía dónde estaban exactamente en el mapa.
 Con Agniezka, Kike, mi típico cigarro y una rusa no identificada en el centro de Varsovia


Vaya, esta entrada del blog me ha quedado kilométrica. Cuántas cosas hice en Varsovia... De hecho, llevo más de tres horas escribiendo sin parar... Mae, gracias si han tenido la paciencia de leer toda esta mierda que he contado mientras afuera de mi cuarto llueve en una Macedonia que aún no termino de descubrir... Por ahora, dejémoslo hasta aquí entonces... ¡Buenas noches y hasta la próxima! ;)

2 comentarios:

  1. El fin supremo se convirtió en un viaje con un sin fin de aventuras e increíbles historias, en cada país un nuevo episodio, lo que te saca de la rutina viajera!!! Cuídate mucho, disfruta mientras puedas!!!

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  2. Voy para Polonia mae... Jajajaja Que matada de risa con lo de la pobre alma atrapada en el cuerpo hecho con los sobros de Dios... Muy bueno!

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