Desempleada, solterísima y con los salarios producto de recitar "Thank you for calling Bodog wagering, my name is Andrea, may I have your account number, please?" un promedio de 6048 veces, este es el relato de una mujer de 30 años, quien un buen día decidió iniciar un periodo dadaísta en su vida y subirse a un caballito de madera solo para balancearse un rato sin llegar a ninguna parte, bajo la filosofía de Charlie García: "La vida es disfrutar el paso del tiempo".

jueves, 1 de diciembre de 2011

Santa Claus no existe

Santa Claus no existe. Si usted fue un niño(a) bueno(a) todo el año y está esperando un regalo tan material como todo lo perecedero en este mundo, queme su carta. O si quiere seguir siendo bueno, recíclela. Porque ese viejito, gordito y fetichistamente rojo, dulce por todo el azúcar de la Coca Cola que lo creó, es solo leyenda de marketing. Es un hecho.
Sin embargo, todos hemos terminado por aceptar su presencia y mea culpa: yo tengo fotos con Santa ya adulta en un mall y aquí en mi casa hay uno que baila Jingle bells rock. Al menos, tiene rostro bondadoso y hace que, por una vez al año, estar pasado de peso y ser adulto mayor sea algo chiva.
El acabose se transmitió el 1 de diciembre a las 4 de la tarde por Teletica, con una película titulada Una Navidad genial. Jesús, a este paso, no creo que quiera venir una segunda vez: en esta aberración de producción gringa pop, Santa Claus es un hombre de negocios (cincuentón y atractivo según los estándares del botox), de traje entero, que reparte regalos en un convertible rojo último modelo en compañía de una adolescente rubia más vacía que una muñeca Bratz. ¿Perdón???
¿Que ya no les basta? Excelente forma de empezar el mes de diciembre. Ya no les basta con corromper el verdadero sentido de la Navidad con un Santa Claus importado. Ahora, para ser bueno y traer paz al mundo, se debe tener un look a lo Donald Trump si se es hombre y, si se es mujer, se debe vestir uno con un vestido rojo intenso y ser rubia, como la señora Claus, quien al final de la película recibe a su exitoso marido con un abrazo que presagia sexo navideño. ¿Son estos los valores que inculca canal 7 a las 4 de la tarde empezando diciembre? Me ahuevás.
Yo no soy católica, ni siquiera cristiana. Tampoco fui una buena niña este año para andar tirando la primera piedra. Pero me indigna profundamente cómo los valores de una religión se han distorsionado por un materialismo que ha llegado a este punto. Yo creo que las creencias se respetan, desde todos los puntos posibles, y este tipo de programación, que es lo más alejado a los valores de humildad que predicó Jesús, en un canal que justo después de este esperpento fílmico pone un contradictorio Ángelus, no tiene nombre. No se trata de ser moralistamente utópico, ni convertirse en el Grinch criollo, ni ser más papista que el Papa. Si en muchos hogares del país hay un portal y arriba cuelgan unas botas rojas, jo jo jo: los tiempos cambian. Pero es que convertir esta época en una navidad de Barbie y Ken, cuando ya se ha corrompido tanto, y ponerlo en horario infantil no me parece algo ajustado a una responsabilidad como comunicadores.
Mi chiquito, apague el tele. Por supuesto, no creo que muchos adultos tengan tiempo a las cuatro de la tarde para ver una película destinada a un público infantil, como yo, que en retroceso a los 80 estaba esperando Los pitufos. Y por ahí, confiados en la niñera por excelencia, dejaron a sus hijos ver una película que ha debido pasar todos los controles para obtener el título de Para todo público.
Por supuesto, no tiene violencia explícita, ni sexo, ni malas palabras. Lo que me cuestiono es si esos programas son realmente el problema. Los niños generalmente saben que no se miente, que no se mata, que no se roba. Los mandamientos los tienen más fresquitos que nosotros muchas veces. Pero los niños no perciben actitudes igualmente dañinas como el materialismo o como los estereotipos absurdos de perfección. Y es por ese afán de consumismo desesperado y por esos estándares inalcanzables de belleza que la gente roba, que la gente mata, que la gente miente. Esa es la raíz de todos los males. Si un asaltante hace un bajonazo, pistola en mano, es porque, entre todos los problemas psicosociológicos que carga, lo que quiere, al fin de cuentas, es eso: dinero que le permita comprar esas cosas materiales por las que la humanidad delira. Y, si de verdad no es tan consumista, al menos no morirse de hambre, mal que fácilmente se solucionaría con un poco más de solidaridad en vez de estar pisoteándose por un nuevo celular en viernes negro.
Santa Claus no existe. Quizás este mundo se ha vuelto tan distorsionado que incluso ya no haya espacio para él si no viene vestido de Armani, manejando un convertible rojo y coordinando la entrega de regalos desde un Android. O al menos, por un par de horas, a Teletica le pareció así.
¿Santa???????

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