Parezco estúpida, pero en realidad soy muy afortunada de poder andar y desandar estos 25 metros. Estúpida es la situación que me hace tan afortunada: miles de personas soñaban hasta el delirio con tener la libertad de caminar estos 25 metros, por casi 30 años. Y hoy, más de 20 años después, yo lo hago parecer tan ridículamente fácil...
Estoy en el Checkpoint Charlie. Monumento a uno de los absurdos más grandes de la historia de la humanidad. Algunos dicen que las fronteras existen... yo, personalmente, nunca las he visto. Y sigo sin verlas. ¿No es extremadamente extraño que cruzar estos simples 25 metros fuese, por tantos años, algo tan complicado? La relatividad de los espacios... Un trozo de la misma tierra, que no es más que un conjunto de átomos como cualquier otro, un vulgar y corriente pedazo de tierra, ni mejor ni peor que aquel que tenga usted, amable lector, en el jardín de su casa, y cientos de personas murieron en un intento por tocarlo con las suelas de sus zapatos. Absurdo.
Checkpoint Charlie
Uno de los residuos de esa infamia, la East Side Gallery, una momia de poco más de un kilómetro del extinto muro, está coloreada por grafiti amateur de un lado y por murales profesionales del otro. Nikita Krushev conduciendo un automóvil con un volante en forma de la famosa hoz del proletariado, una bandera alemana con la estrella de David y el célebre beso entre Leonid Brezhnev y Erich Honecker, inmortalizado en el conocido mural donde se toman fotos todos los enamorados que turistean por este lado (el Mein Gott hilf mir, diese tödliche Liebe zu überleben o, para más corto, el Bruderkuss) son algunas de las obras que decoran profesionalmente esta reliquia de tiempos de la guerra fría.
¡Díos mío! Ayudame a sobrevivir este amor mortal, que me hace besar a hombres dibujados en las paredes ante tu ausencia indefinida...
No hay nada de especial en este muro por sí mismo. Recuerdo que aquel 9 de noviembre de 1989, en mi ignorancia infantil, me pregunté por qué hacían tanto escándalo por derribar una pared, si recién la tapia de mi casa amenazaba con caerse con el próximo temblor de cuatro grados mínimo. Y aunque suene demasiado ingenuo y cándidamente anecdótico, pienso que tenía razón. Y es que intrínsecamente, la tapia de mi casa y la East side gallery son la misma vara: son muros. Muros vulgares y corrientes. Pero de nuevo, la connotación que le da la gente es tan estratosférica, tan elaborada, tan compleja y, sobre todo, tan absurda, que de un momento a otro este muro de Berlín se convierte en una catástrofe inevitable que cae del cielo, en algo incluso lógico, hasta natural y que, con todo descaro, pasa a ser aceptable por casi 30 años. ¡Casi 30 años! Prácticamente todo lo que llevo yo de vida y la gente tenía que convivir con ese armatroste dividiendo la ciudad, como si fuese algo obvio e indiscutible. A veces me da vergüenza que algún día vengan unos extraterrestres y se encuentren con estos conceptos imaginarios tan ridículos que la gente llama fronteras. Es que ni siquiera primitivo puede llamársele a esto, los cavernícolas no perdían tiempo en estas intrascendencias ideológicas.
Ridículamente absurdo....
Pero la verdad es que nada de eso me impresiona como el hecho de comprobar que puedo pasarme de un lado al otro sin que me disparen. Aparte de todo el interés económico y la ideología accesoria que siempre maquilla sus ansias desmesuradas de poder, ¿de verdad que no hay nada, absolutamente nada, que haga un lado distinto al otro? ¿Cómo la humanidad no se percató antes de semejante evidencia? ¿No podían realizar ese sencillo experimento antes de ponerse a construir un muro e inventarse un puesto fronterizo tan absurdo, que es hoy apenas una casetilla en medio de una calle, con un McDonald's del lado gringo y un enorme cartel del iPad 2 del lado soviético? ¡Hasta la publicidad germina igual hoy en día de ambos lados!
Lado gringo
Lado soviético
Cualquier lector que guste de hilar delgado dirá que esta entrada no es más que una falacia de reducción al absurdo. Y tendrá razón. Pero me parece que, de vez en cuando, las grandes ideologías, religiones y demás fanatismos que separan a la humanidad deberían de someterse a este tipo de triquiñuela retórica, solo para descubrir la verdadera falacia absurda que, en realidad, son.
O dicho de una forma más llana: al final todo es la misma mierda, pero con distinto olor.
Bravo, bravisimo, como son tus articulos de tu blog, son para reflexionar, gracias por lo que aprendo leyendo tus escritos y por la oportunidad que me da la vida de estar siempre a tu lado aunque lejos te encuentres.
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