Desempleada, solterísima y con los salarios producto de recitar "Thank you for calling Bodog wagering, my name is Andrea, may I have your account number, please?" un promedio de 6048 veces, este es el relato de una mujer de 30 años, quien un buen día decidió iniciar un periodo dadaísta en su vida y subirse a un caballito de madera solo para balancearse un rato sin llegar a ninguna parte, bajo la filosofía de Charlie García: "La vida es disfrutar el paso del tiempo".

jueves, 25 de agosto de 2011

Un dulce y solitario reino llamado Tallinn

Tallinn... El nombre casi suena como de cuento: "Érase una vez un reino muy, muy lejano, llamado Tallinn...Un reino donde no se ocultaba el sol". En mi primera noche en Estonia,  después de cuestionarme por qué nunca se apaga la luz  donde duermo, me percato que es porque no llega a anochecer del todo en un verano cada vez más próximo a estas latitudes que respiran el aire helado del polo norte. Realmente es un reino muy, muy lejano...
Un reino tan lejano como sólo puede serlo uno donde se escriben finales felices. Porque en este, en el mío, no existen esos finales de cuento de hadas. Me agarran los lectores de este blog en un día ciertamente malo, en el que sufro psíndrome premenstrual y complejo de Cenicienta. Si algún día llego a tener hijas no les voy a leer cuentos de hadas, ni voy a dejarlas ver películas de Disney: tantos finales felices que en la vida real NO existen. Puffff... No: mis hijas van a leer El Principito y van a ver películas de Woody Allen. Así, no van a sentir la cachetada de la decepción. 
Y es que heme aquí, en la que una vez fue para mí la romántica Italia siete años atrás, ahora limpiando pisos todo el día, mientras en las noches salgo con prospectos que ni siquiera llegan a retazos de príncipe: de todos no se hace uno. No hay pajaritos que canten amistosos y me ayuden a doblar las sábanas de las quince camas en promedio que tengo que hacer por día: solo una peste de palomas que se cagan en todo, LITERALMENTE. No hay hada madrina que me haga un vestido de fantasía de mi ropa que apesta a sudor con este calor asqueroso de verano, si no que de hecho hoy descubrí que se acabó el detergente porque aquí, en Italia, son tan vagos (e inexplicable e injustamente prósperos) que cierran todos los negocios por dos semanas y se van de vacaciones: ergo, la lavandería está cerrada y he pasado dos días lavando sábanas, toallas y fundas non stop. Sí, gente: me agarran en un mal día...
Y es que así me siento ahora y así me sentí en Tallinn tres meses atrás: injusta y terriblemente sola.  Y es que de verdad Tallinn es una ciudad como de cuento. Entrando de lleno en el top 10 de lugares favoritos durante este viaje dadaísta, cuenta con murallas medievales que envuelven el casco antiguo, torres desde las que perfectamente me puedo imaginar a cualquier princesa esperando a que la rescaten, y una catedral ortodoxa que escapa al efecto impala porque es, realmente, impresionante. Conscientes de su apariencia del siglo XIII, los restaurantes están ambientados como si fuesen tabernas de alguna aldea del medioevo, y a los pobres meseros, por supuesto, los obligan a usar ropa de época, lo cual en verano debe ser, ciertamente, una tortura. Por supuesto, no pueden faltar los arqueros que cobran a los turistas por acertar a un blanco que, a estas alturas del milenio, resulta más hipotético que darle al ojo de un ciervo en movimiento al mejor estilo Robin Hood.
El medioevo en el siglo XXI

Tallinn es, ciertamente, hermosa... Tan hermosa que quisiera compartirla con alguien...  Happiness is just real when you share it with someone. Eso lo escribió Chris McCandless, el loco sociópata que se metió meses en un bus abandonado en Alaska para escapar del mundo moderno y que, al final, se murió de hambre dejando tras de sí material para una epopeya jack-londiana que se narra en Into the Wild, libro que estoy leyendo ahora. Un mae que desapareció por casi 2 años sin comunicarse con su familia y a esa conclusión llegó a la postre... Y es que yo siempre lo he sabido y, contrario a lo que muchos se imaginan, no me gusta viajar sola. De hecho, lo odio la mayor parte del tiempo, pero lo hago porque no me queda de otra: ninguno de mis conocidos se atreve a dejarlo todo tirado y lanzarse a mochilear sin rumbo. Y en días como este, cuando me encuentro en Tallinn, muero por decirle a alguien: "Hey, estamos en una ciudad que parece de cuento. ¿Por qué no jugamos un rato a que estamos es uno?" Y no tiene por qué ser con un principito con quien juegue... Tan solo un amigo... Podemos jugar a ser duendes y hacerle bromas a la gente que pasa, no tiene que ser que yo me ponga en la torre de un castillo a jugar de princesa y esperar a que me venga a rescatar alguien, y lanzarle una trenza de cabello para que suba por la muralla... ¡qué aburrido! ¿Ese sería mi papel estelar en un cuento de hadas? ¿Nada más valerme de un cabello sin fin como única arma capilar para escribir un final feliz? Puffff... Qué vara tan sin gracia... Si alguien viniera a rescatarme que me pase una espada mejor, y me lanzo a matar al dragón con él, que para eso soy yo de los barrios del sur.
Una pareja se toma una foto con la muralla de fondo... Yo me espero y con el gorillapad me tomo una a  mí misma... Maaaae... Qué triste.
Mi soledad y yo

Luego de merodear por las calles, decido irme a la plaza y sentarme un rato... Había quedado de encontrarme con un couchsurfer, un chico español que hace voluntariado en Estonia y quien se había ofrecido a llevarme por un café. Al final no ha podido y, en vista de mi soledad crónica, decido erróneamente ir al punto de la ciudad más transitado pues ocupo sentirme, de alguna forma, acompañada por alguien más que no sea la Cow. Pero el intento es infructuoso: es increíble cómo se puede estar rodeada de gente y a la vez sentirse taaaan sola. Esta plaza está atestada de turistas y de locales, pero igual, es como si no hubiera nadie más. Me siento taaaan sola...
Y de repente: alguien viene y me abraza. Son un par de chicas, con uno de esos carteles de Free Hugs. Me han alegrado el día: cuando más ocupaba uno, ellas han venido ¡y me lo han dado gratis! Definitivamente, esta idea de los abrazos gratuitos es un éxito, nos hemos convertido en sociedades cada vez más pobladas, pero no por ello menos solitarias. Tendría yo que seguir dando abrazos gratis después de Varsovia, sería también ser un poco duende y no ocupo a nadie más para jugar. Sí, quizás deba hacer eso en este momento de 100 horas de soledad: hacerme yo también un cartel y comenzar a abrazar a desconocidos que lo necesitan tanto como yo.
La plaza de la ciudad en Tallinn, con el consabido grupo de turistas japoneses...

Y cuando comienzo a sentirme generosa, amistosa y pacífica, en armonía con el mundo, con un espíritu Amelie a flor de piel que puede erupcionar en cualquier momento y comenzar a estrechar en mis brazos a una humanidad huérfana de amor, como no podía faltar en mi mundo Woody Allen, después de las dulces chicas con el cartel de Free Hugs, viene alguien a cagarse en todo... ¡Por supuesto! ¡No sería mi vida sin estos sarcasmos del destino!
Como a los cinco minutos, viene un mae a intentar ligarme con la típica excusa de si tengo un cigarrillo que me sobre... Pufffff... No es por ser carepicha, pero es que no me gusta nada: aparte de feo como tres días de hambre, no me inspira confianza, anda con un trío de amigos que la verdad me dan pésima vibra, me parece que ha de andar medio drogado incluso y para terminarla de amolar, huele mal... Le contesto monosilábicamente para demostrar desinterés y tal parece que por fin logro que se regrese con su tripleta de compas... Solo para decirles a ellos que se queda conmigo y que pueden irse de vuelta al cubil del infierno de donde se han debido escapar esta tarde. ¡PLOP!  "So, what do you want to see here in Tallinn?" me dice como si yo hubiera accedido a que fuese mi guía turístico personal. A ver, a ver muchacho: ¿en qué momento le dije yo "sí, andá a decirle a tus tres simios voladores que se larguen de vuelta al inframundo porque quiero quedarme a solas con vos para que me llevés a terminar de arruinarme el día?". Sí, había deseado toda la tarde estar con alguien para recorrer la ciudad, pero ¿con este mae???? Y aprendo entonces,una vez más, la valiosa lección de más vale sola que mal acompañada. "I want to see many things, but by myself", le digo en una recuperación de mi independencia y me marcho, procurando irme por otra calle todo lo deprisa posible porque el tipo, como si no entendiera cómo carajos he podido rechazar tan maravillosa oferta, me sigue para colmos. ¡Puffff! Qué suerte la mía...
Finalmente, después de tomar un par de fotos y sentarme a mirar cómo los turistas fallan en actividades tan sencillas como el tiro con arco y con ballesta, decido regresarme. De feria he escogido sentarme en un parque donde hay esculturas de parejas abrazándose... ¿Qué carajos le pasa al universo hoy, que conspira contra mí???
Las esculturas del parque... ¡PLOP Y REPLOP!

Sí, definitivamente es momento de abandonar esta ciudad hermosa, pero solitaria, y regresarme. Mi castillo temporal en esta capital de cuento de hadas es la sala de una pareja súper joven, donde la Cow encuentra varias homólogas estonias: a la chica le gusta coleccionar vacas, de modo que aquí mi bovina compañera de viaje vive realmente la experiencia del couchsurfing de forma integral. Al menos una de las dos ha encontrado conexión con alguien en este, para mí, solitario reino báltico...
La Cow haciendo couchsurfing con congéneres estonias

Por mi parte yo, dadaístamente, comparto la habitación con una chinchilla estonia, de actividades nocturnas, suave, veloz y roedora, pues al menor descuido le zampa un mordisco modesto pero contundente a mi Pascualina. Suerte que yo, con mis capacidades de bella durmiente contemporánea, no me despierto con su corretear desvelado ni me importa su impertinencia roedora. Y es que los animales me caen mejor que las personas... Si fuera un roommate humano el que hiciese tanto ruido, después de un día como hoy, lo lanzaría por la ventana para que se fuera de cabeza al foso o se lo comiera el dragón que duerme afuera. ¡Estoy antisocial a morir aquí! Quizás mañana amanezca de mejor humor, cuando sea momento de cruzar el mar Báltico en barco rumbo a Finlandia,  de donde tomaré un avión hacia Berlín para buscar la salida de los estados Schenguen antes de que me deporten... Quizás podría pasar de nuevo por Innsbruck, donde está Johannes y sus ojos de niño y sus manos grandotas y su cama con vista a los Alpes... Necesito que alguien me abrace...
Qué reino tan lejano y hermoso es Tallinn... Y qué solitario para una principita que está tatuada mirando el vacío de donde debería estar un principito que no se encuentra, definitivamente, en este asteroide...

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