Desempleada, solterísima y con los salarios producto de recitar "Thank you for calling Bodog wagering, my name is Andrea, may I have your account number, please?" un promedio de 6048 veces, este es el relato de una mujer de 30 años, quien un buen día decidió iniciar un periodo dadaísta en su vida y subirse a un caballito de madera solo para balancearse un rato sin llegar a ninguna parte, bajo la filosofía de Charlie García: "La vida es disfrutar el paso del tiempo".

miércoles, 30 de marzo de 2011

El estadio nacional apesta a opio

Apesta. Ese es el verbo. Apesta a sangre, no la del pobre chino que murió arrollado por un tractor durante la construcción (y que ya ahorita será canonizado como leyenda urbana, cuando alguien vea una sombra y se instituya como el fantasma oficial del estadio; canal 7 seguro cubrirá la noticia). Apesta, sobre todo, a la sangre de miles que han sucumbido al régimen inhumano de China. Desde los presos políticos y monjes tibetanos masacrados, hasta los niños que torturan para que ganen oro en las olimpiadas. Apesta a sudor, de un pueblo que trabaja horas continuas y que acampa en las afueras de sus talleres para que no les quiten el empleo y el pan de la boca. ¿Que los chinos comen ratones y perros? ¡Guácala! Pero seguro que nosotros los incluiríamos también en el gallo pinto si hubiéramos pasado hambrunas. Igual, no importa, ya ni el menú les criticamos, porque tenemos un coliseo digno de la ignorancia de un pueblo que come cuento con natilla, pero ratones, ¡jamás!

Silencio. Yo creía que Oscar Arias era amigo del Dalai Lama, una hermandad esperable entre premios Nobel de la paz que se asume, lógicamente, como entre amigos de la pastoral del barrio. Pero de Liu Xiaobo no es compa, asumo, cuando tiene una sucursal del régimen de terror chino justo enfrente de su casa. En cuanto a la posición de Laura Chinchilla, ya sabemos que la fruta no cae lejos del árbol.

Tampoco ya somos amigos de Taiwán, después de que nos regalaron el útil puente, con el inocente nombre de “La Amistad”. La verdad es que el estadio quedó más chiva, y el cruce por el Tempisque ya se nos olvidó estrenando la carretera a Caldera y el puente de la platina. Perdón, pero tu juguete no me gusta más, el que me acaban de regalar es más chiva, así que ya no te hablo. No hay amistad entre pueblos. Solo intereses y nada más.

Así que: ¡silencio! Hagamos silencio para escuchar la bola de fútbol rodar por el césped, por favor. Los gritos por justicia aquí no llegan, China queda demasiado lejos como para arruinar el dulce sonido del “Goool”. Por dicha, si no qué ahuevado, que nos echen a perder con gritos de tortura el domingo y los “oe oe ticos” de la afición.

Quedémonos callados a partir de ahora, atragantados con el cemento del estadio, comprados por una casita de muñecas descomunal, sobornados por un lujo que ni podremos mantener, idiotizados por un futbolín que se le regala a un niño para que se le olvide que sus padres se están divorciando. Pero juguemos en silencio, por favor. Esa es la condición, y si ya se nos sale la hipocresía, siempre hay daños colaterales; con esa frase eufemística se justifica todo hoy en día.

No hay almuerzo gratis. Eso lo sabe cualquiera, pero aquí somos tan ingenuos que creemos que China invirtió millones de dólares, trajo cientos de obreros, diseñó y planificó un monstruo de edificio sólo porque somos pura vida. Por supuesto, no construyeron casas para los pobres porque qué aburrido, eso no lo podemos disfrutar todos y así yo no juego, “cortis”. No, el gobierno chino fue inteligentísimo: hizo un estadio que va a costar una barbaridad mantenerlo (pero diay, está de lo más tuanis y de por sí, aquí no pasamos hambre) y que está, sobre todo, consagrado al fútbol, el opio de los pueblos, porque ya ni la religión tiene tanto éxito, a no ser que hablemos del 2 de agosto, único día cuando ser creyente se convierte en un fenómeno de masas. Deslumbrados por sus reflectores que desde lejos parece como si saliera el mismo sol, creemos que estamos ante un nuevo amanecer de prosperidad, de avance, por fin podemos rajar de algo monumentalmente arquitectónico en una capital caótica y espantosa. Pero no nos damos cuenta de los derechos humanos que son pisoteados como uvas en China, sólo para extraer vino para unos pocos.

Pero no importa cuánto haya costado el bendito estadio en dignidad humana, mientras venga Shakira, mientras venga Messi, mientras tengamos un armatroste de cemento inmoral en medio de La Sabana que nos haga sentir del primer mundo. Y así, todo lo simplificamos y este, es, el tema del día: ¿ponerse o no una camiseta albiceleste para ir al partido de la Sele es ser vendepatrias? Señores: la patria, la sacrosanta patria, ya la vendimos. Por un estadio. Embriaguémonos con el vino. Olvidemos con el opio. Seamos felices. Que para eso somos pura vida.

1 comentario:

  1. Excelentísimo mejor no lo podría haber dicho.
    Y ahora vienen los siguientes pasos del gobierno chino en Costa Rica... como dijo doña Laura en su página del feisbuk: "Este estadio se erige imponente en la Sabana como un recordatorio permanente de nuestra gratitud para con el pueblo de China, de nuestro reconocimiento al ex - presidente Arias y, sobre todo, de la urgencia de asumir, como nación, la responsabilidad de crecer a la altura de este moderno coliseo." si claro... porque entre sus planes está seguir invirtiendo ya en su tierra...o sea, hablo de la tierra que ahora está a punto de llamarse Costa China. La policía financiada por la mismita mafia del pisuicas. Qué más? Pura Vida...

    ResponderEliminar